Doy por vencedoras todas estas películas de muy diversas nacionalidades que a continuación recomiendo, porque todas ellas pasaron la criba selectora del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que comenzará dentro de unas horas. También tienen el aval de muchos otros jurados, críticos y públicos. En la competencia latinoamericana de largometrajes de ficción sobresalen tres títulos: la argentina El Jockey, de Luis Ortega; la boliviana El ladrón de perros, de Vinko Tomicic; la brasileña Todavía estoy aquí, dirigida por el varias veces consagrado Walter Salles (Estación Central, Diarios de motocicleta), y la dominicana Pepe, de un director todavía emergente, pero muy probado en grandes lides, como Nelson Carlo de los Santos.
Mientras El Jockey construye el profundo retrato de un hombre abocado a las adicciones y la autodestrucción, además perseguido por mafiosos para que cumpla sus compromisos profesionales, en una trama que se atreve a vincular la seriedad del thriller con algunos elementos de comedia e incluso de surrealismo. Por el realismo más duro, con fuertes visos de improvisación y la más profunda vocación humanista opta El ladrón de perros, que trata sobre un joven huérfano limpiabotas en las frías calles de La Paz, y que un día decide robar el perro de su mejor cliente, un solitario sastre al que ha empezado a imaginar como su padre.
Por otro lado, Todavía estoy aquí se basa en hechos y personajes reales para golpear al espectador con una historia de torturas y represión en la época de la dictadura militar brasileña, y en el medio de todo ello está Eunice Paiva, una mujer que primero fue sencillamente la esposa de un desaparecido, que se transformó en activista, abogada y heroína de la lucha antidictatorial. En este cuarteto de estrellas, sobresale Pepe, un relato contado por una voz que pertenece al primer y último hipopótamo asesinado en América, que regresa como un fantasma para narrar una historia repleta de otras historias, todas ellas contadas medio en serio y medio en broma pero en el fondo relacionadas con todos aquellos seres que murieron sin saber dónde realmente estaban.
Este será uno de esos Festivales en los que Cuba nunca logró colocar un largometraje de ficción en la competencia principal, pero ello no significa que carezcamos de representación ni mucho menos en las otras secciones competitivas. En el concurso de óperas primas tenemos una representación prestigiosa: la coproducción Fenómenos naturales, de Marcos Díaz Sosa, ambientada a finales de los años 80 en una granja aislada, cerca de un pequeño pueblo de Santa Clara; allí vive Vilma, una joven enfermera que sueña con un lugar mejor para criar a su futuro bebé junto a su marido discapacitado, Iván. En el reparto están Andrea Doimeadiós, Armando Miguel Gómez, y Mario Guerra, entre otros.
Además de la película cubana, que ganó el premio a la Mejor primera película en el más reciente Festival de Guadalajara, en la competencia de ópera prima, aquí en La Habana, destacan varias producciones dirigidas por mujeres: la colombiana La piel en primavera, de Yennifer Uribe, cuenta una historia de amor fugaz entre una madre soltera que trabaja como guardia de seguridad en un centro comercial y un conductor de autobús; la panameña Querido Trópico, de Ana Endara, se ambienta en un jardín tropical donde se encuentra una mujer de clase alta con su cuidadora, una inmigrante embarazada y solitaria; la dominicana Sugar Island, de Johanne Gómez, tiene una protagonista adolescente enfrentada a un embarazo inesperado y se ve precisada a convertirse en adulta; y por último, la venezolana Los capítulos perdidos, sobre una mujer que regresa a Caracas después de vivir muchos años en el extranjero, y se rencuentra con su ciudad, con su padre que es un buscador de libros antiguos venezolanos, y con su abuela, que pierde la memoria, pero se aferra a objetos del pasado.
En cuanto a cortos de ficción, tenemos espacio solo para mencionar los cubanos, que son dos: Azul Pandora, de Alán González, que tanto revuelo internacional causara con La mujer salvaje, y Matar a un Hombre, dirigida por Orlando Mora. La primera es una de las ganadoras en la convocatoria de cortometrajes por la igualdad, la no discriminación y los derechos de la comunidad LGBTQIA abierta por el ICAIC en 2021 y cuenta la atribulada historia de una trans cubana. La segunda relata un momento en la historia de Javi, que se aparece por última vez en el club queer donde trabaja como bailarín erótico, pero allí debe lidiar con Castillo, un usuario fijo que se resiste al hecho de que nunca más volverá a verlo.
En trío llegaron los largometrajes documentales que compiten por el Coral en esa categoría: El bosque intermitente, con guion y dirección de Lázaro Lemus; La línea del ombligo, de Carla Valdés León, y La tierra de la ballena, de Armando Capó Ramos. A estos tres largos se suman, con menor duración pero en la misma categoría documental, El Reinado de Antoine, de José Luis Jiménez Gómez y la coproducción con España Futuro, que codirigen Ángel Suárez Ávila y Amanda Cots Martínez. Una sola obra tenemos disponible para el concurso de animación: Bombas de arena, de Keiter Castillo.
En el Panorama Internacional de este año destacan los filmes de varios y muy notables autores: el portugués Miguel Gomes, el chino Jia Zhang-ke y los norteamericanos hermanos Quay. Sobre el primero de los mencionados propone este año Grand Tour, un filme que amalgama épocas, culturas y estilos cinematográficos a medias, entre el artificio y el vanguardismo medio surrealista. Uno de los chinos más importantes es Jia Zhang-ke, cuya más reciente producción se titula Atrapado por las mareas, y reúne material fílmico grabado a lo largo de 22 años, en una impresinante combinación de documental y ficción, donde tampoco falta una historia de amor. Coproducción entre Reino Unido y Polonia, la animación Sanatorium Under The Sign Of The Hourglass integran nuevamente marionetas y acción real, en un filme lírico y kafkiano, típico de los hermanos Quay.
Y si aparecen en cartelera los grandes autores, pues también hay un espacio para las autoras fuera de serie. La española Icíar Bollaín retoma el cine biográfico con Soy Nevenka al retomar
la historia de una concejala que sufrió una persecución implacable, tanto sentimental como profesional, por parte del alcalde del pueblo. Todo lo que imaginamos como luz, de la india Payal Kapadia, es la hermosa historia de una amistad femenina vista a través de lo cotidiano. Por otro lado, la italiana Maura Delpero cuenta una historia de amor y de intolerancia, en Vermiglio, que se resuelve en cuatro capítulos, cada uno ambientado en una de las estaciones del año, y en un pequeño pueblo de las montañas sicilianas al final de la Segunda Guerra mundial.
Enorme expectación ha despertado también la exhibición en el Festival de los dos primeros capítulos de la serie Cien años de soledad, que cuenta con 16 capítulos hablados en español y rodados en Colombia, como siempre quiso Gabriel García Márquez. Y nadie podrá decir que le falte el color local a una serie cuya grabación empleó a cerca de un millar de trabajadores colombianos, pasó por 22 localidades, implicó construir 500 metros cuadrados de instalaciones y probablemente consiga lanzar al estrellato a un elenco de actores que es 97 por ciento colombiano. Dirigida por la colombiana Laura Mora y el argentino Alex García López, la serie se realizó desde un respeto casi sacramental por la novela, pero de todos modos declararó que una historia tan larga precisa siempre de cortes y modificaciones.
En fin, cine (y televisión) de la mayor calidad, de todos los géneros, alcances y procedencias para construir las rutas de la edición número 45, esa que comienza el 5 de diciembre y concluye el día 15 de ese mismo mes.