Uruguay volvió a demostrar por qué es un ejemplo de democracia en América Latina durante las elecciones presidenciales del 24 de noviembre.
El Frente Amplio (FA), coalición de centro-izquierda que gobernó entre el 2005 y el 2020, regresará al poder el 1.º de marzo del 2025, de la mano de Yamandú Orsi, quien obtuvo el 49,8 % de los votos frente al 45,8 % de Álvaro Delgado, candidato del oficialista Partido Nacional y representante de la centroderechista Coalición Republicana.
Con una participación del 89,4 %, los ciudadanos reafirmaron su alto compromiso cívico en un proceso electoral organizado por la Corte Electoral, institución centenaria reconocida por su profesionalismo e independencia.
La alta participación, combinada con un ambiente de respeto y transparencia, sitúa a Uruguay como la democracia de mayor calidad de la región y una de las mejores del mundo.
La jornada electoral también marcó un momento simbólico: al día siguiente, se conmemoraron 40 años de las históricas elecciones de 1984, que pusieron fin a la dictadura militar y devolvieron al país a la senda democrática.
Desde entonces, Uruguay ha celebrado nueve elecciones presidenciales con alternancia en el poder, consolidándose como un referente en estabilidad política y diálogo.
“Voy a ser el presidente que convoque una y otra vez al diálogo nacional. Así se construye una república democrática”, afirmó Orsi, destacando el compromiso del FA con un modelo de cambio seguro y mesurado, lejos de giros radicales.
Lacalle Pou deja un país relativamente ordenado; sin embargo, Orsi enfrentará una serie de desafíos, entre los que destacan la economía, la inseguridad, las demandas sociales y la gobernabilidad.
Uruguay tiene una economía estable, pero costosa, una población envejecida y un sistema educativo de baja calidad. El país enfrenta un crecimiento económico promedio de apenas el 1 % en la última década, con problemas de competitividad.
Aunque la inflación bajó del 8 % al 5 %, el tipo de cambio perjudica a sectores clave como el agroexportador.
El nuevo ministro de Economía, Gabriel Oddone, señala que las prioridades serán impulsar el crecimiento, mantener la estabilidad macroeconómica, atraer inversión extranjera y reducir la pobreza y la desigualdad.
Con una tasa de homicidios de 11,2 por cada 100.000 habitantes, la inseguridad es la principal preocupación de los ciudadanos. Orsi propone un sistema integral para combatir el crimen organizado y el narcotráfico, aunque la implementación de políticas efectivas requerirá un esfuerzo coordinado y sostenido.
En cuanto a demandas sociales, Uruguay posee una de las tasas de pobreza más bajas de la región (un 9,1 %), pero especialmente entre jóvenes y hogares liderados por mujeres, es decir, enfrenta una marcada infantilización y feminización de la pobreza.
Orsi plantea fortalecer el sistema de protección social, con énfasis en la infancia, y reducir la desigualdad, todo ello dentro de un contexto fiscal limitado.
El próximo presidente enfrentará un Congreso dividido. En el Senado, el FA tendrá una mayoría simple, con 16 de los 30 escaños, mientras que en la Cámara de Diputados contará con 48 de los 99 asientos, quedando a dos de alcanzar la mayoría absoluta.
Esto obligará a Orsi a negociar tanto con la oposición como dentro de su propia coalición, donde deberá equilibrar las posturas del ala moderada y del sector más radical, liderado por su vicepresidenta electa y futura presidenta del Senado, Carolina Cosse. Esta dinámica interna y la necesidad de acuerdos legislativos serán determinantes para implementar su agenda.
En una coyuntura regional caracterizada por el ascenso de gobiernos de derecha y centroderecha desde el 2023, el retorno del FA al poder se presenta como un contrapeso en América Latina. Orsi, quien mantiene afinidades ideológicas con líderes como Lula, Boric, Petro y Sheinbaum, enfrentará el desafío de gestionar relaciones complejas con su vecino ultraliberal Javier Milei.
A pesar de estas diferencias, Orsi ha expresado su disposición a mantener vínculos pragmáticos con Argentina, en favor de la integración regional. La próxima cumbre del Mercosur, programada para los días 5 y 6 de diciembre, será una primera prueba para su diplomacia. Lacalle Pou lo invitó a participar como presidente electo, lo que le permitirá comenzar a delinear su estrategia en las relaciones bilaterales con Brasil y Argentina.
Este equilibrio estratégico será clave, especialmente para las negociaciones del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, estancado por más de dos décadas. Además, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y el creciente interés de China en profundizar sus vínculos con Uruguay representan retos adicionales para la política exterior del próximo gobierno.
El triunfo de Orsi no solo marca el regreso de la izquierda al poder tras cinco años de gobierno centroderechista, sino que también representa una oportunidad para demostrar que el modelo de “cambio seguro y no radical” —basado en estabilidad democrática y reformas progresistas— es una alternativa frente a los cambios abruptos que caracterizan a un mundo polarizado.
El éxito de su administración dependerá de su capacidad para balancear las demandas sociales con la sostenibilidad económica, gestionar tensiones internas, garantizar la gobernabilidad en un Congreso fragmentado y proyectar a Uruguay como un actor clave en el escenario internacional.
A partir de marzo, Orsi deberá demostrar que su camino puede ofrecer resultados concretos para construir un futuro más justo y próspero para los uruguayos. Es el momento de hacer realidad su lema de campaña: “Sabremos cumplir”.
@zovatto55
Daniel Zovatto es global fellow del Wilson Center.