Pedro Sánchez convocó el 41º Congreso Federal del PSOE a finales del mes de agosto como quien activaba una palanca de reinicio y la sensación que inunda el Palacio de Exposiciones y Congresos de Sevilla este finde semana es precisamente la contraria, hay aroma a «fin de ciclo». El PSOE no ha presentado un proyecto de futuro, la ponencia política que sale del cónclave no rezuma ambición alguna, sino autocomplacencia, y es más un juego de equilibrios entre las diferentes singularidades que habitan el partido para evitar toda confrontación que pueda dejar en evidencia las fisuras del liderazgo de Sánchez.
Estos malabares se materializaron en el acuerdo sobre financiación autonómica, la gran patata caliente de la ponencia, la que había generado reparos en la previa y que se tuvo que negociar hasta llegar a votación. Los críticos ven satisfechas sus exigencias al quedar garantizada la igualdad de derechos de todos los españoles y conseguir que la financiación se negocie en un foro multilateral, como el Consejo de Política Fiscal y Financiera, y no de manera bilateral. Esa bilateralidad quedará limitada a las cuestiones relativas a los estatutos de autonomía. Además, se consigue «el reconocimiento de las singularidades de todas las CC AA y no de la singularidad de alguna», apuntan fuentes del sector crítico. «Hemos ganado», se felicitaban. Por su parte, desde el PSC consideran que el acuerdo es lo suficientemente ambiguo como para garantizar el cumplimiento de sus acuerdos con Esquerra.
La sensación que transmiten varios cargos consultados es que la dirección, cercada por los escándalos judiciales, se ha encastillado y exhibe una estrategia de autodefensa en lugar de salir al ataque de los retos que habría de afrontar. La imagen que se proyecta es la de un partido tan ocupado en defenderse a sí mismo que ha olvidado la vocación mayoritaria y transformadora de quien está en el Gobierno y tiene el BOE a su disposición. Más bien, La Moncloa se ha convertido en el mejor parapeto para esquivar los golpes que en una palanca de cambio.
Varios son los dirigentes que ven a Sánchez de salida, anticipan que este será su último congreso, pese a que él augure que estará «tres años y más allá», y lamentan que vaya a dejar el PSOE como «un solar». Esta sensación de fin de etapa se percibe también en el análisis de un dirigente territorial que contextualiza las caídas de gobiernos en escenarios de crisis económicas, mientras que –lamenta– ahora el clima de colapso gubernamental se produce en un momento de bonanza.
La dirección socialista ha utilizado precisamente ese cerco judicial como pegamento para mantener prietas las filas en Sevilla. No hay como identificar un enemigo común para generar una corriente de simpatía hacia el vilipendiado. A falta de proyecto ilusionante y transformador, la dirección volvió a enarbolar la bandera de la «cacería humana» contra el líder para vehicular esa corriente de apoyo.
«Padecemos una oposición corrosiva que, desde nuestra llegada al Gobierno en 2018, se ha dedicado a llevar a cabo una estrategia de acoso y derribo que ha hecho irrespirable el clima político en España. Una estrategia de cacería humana, dentro y fuera de nuestras fronteras, con tal de hacer caer al Gobierno legítimo», denunció el secretario de Organización en su balance de gestión. Santos Cerdán se refirió literalmente a «una industria de odio» que genera «fango, ruido y bilis sin parar con el único objetivo de generar caos».
Todos los mensajes, incluidos los de los líderes sindicales Pepe Álvarez y Unai Sordo, fueron dirigidos a denunciar el acoso judicial y que se trate de imponer una «visión reaccionaria, a través de mentiras, también en sede judicial». «Esto lo sabe bien el presidente del Gobierno. Nunca antes hubo en democracia un ataque similar contra un presidente legítimo», censuró Cerdán. Sin embargo, no todo el partido lo ve así: García-Page salió al paso de este discurso y advirtió del peligro de deslegitimación del «sistema institucional y constitucional» que esto puede conllevar y llamó a dejar a un lado el «victimismo» y poner el foco en la «autocrítica».
López ya ejerce contra Ayuso
En un cónclave marcado por la dimisión de Juan Lobato y su declaración como testigo ante el Tribunal Supremo, el ministro Óscar López ejerció ya como candidato a la Secretaría General del PSOE de Madrid. Esto, pese a que en el partido den por sentada la imputación de su jefa de Gabinete, Pilar Sánchez Acera, por los mensajes que se intercambió con Lobato, en los que le reenvió el correo del novio de Isabel Díaz Ayuso. López anticipó en conversación informal con periodistas que presentará la próxima semana oficialmente su candidatura, en una rueda de prensa, y ejerció ya de oposición a la presidenta de la Comunidad de Madrid. «A partir del lunes vamos a hablar del PSOE de Madrid», dijo, pero no sin avanzar que su «misión» será «acabar con el pozo de corrupción» que atribuyó a Díaz Ayuso. «Hay una política verdaderamente sucia en marcha en este país», aseguró, criticando que sea el PSOE quien tenga que dar explicaciones cuando es el novio de la presidenta «quien ha cometido un delito».