Expectación ante la llegada de Pedro Sánchez al Congreso Federal del PSOE. Miles de delegados e invitados llenaban hasta la bandera la sala del plenario. Con los primeros acordes de la sintonía del Partido Socialista empezaron a entrar en el recinto los miembros de la ejecutiva y ministros del Gobierno, entre fotos, abrazos, besos y aplausos. José Manuel Albares, Pilar Alegría, Óscar Puente, Jordi Hereu, María Jesús Montero o Diana Morant, que realizó una sentida intervención en la que se coreó «Mazón dimisión». Entraron acompañados de unos invitados especiales como Pepe Griñán, Manolo Chaves y Magdalena Álvarez, para un acto de reconocimiento tras el sobreseimiento de sus penas por el caso de los EREs por el Tribunal Constitucional. Y con ellos, José Luis Rodríguez Zapatero y Santos Cerdán, como maestros de ceremonias.
Con el ambiente a la temperatura adecuada, Pedro Sánchez irrumpió en escena con una cerrada ovación de la militancia, que era consciente de la atención mediática puesta en la llegada del secretario general. Al igual que una estrella del «rock», Sánchez fue abordado por decenas de militantes y tardó más de cinco minutos en recorrer la sala central del Congreso socialista que se celebra en Sevilla.
Antes de su entrada, Sánchez se paró a conversar con este periodista, que se coló disimuladamente en la zona por la que se iba a acercar al plenario. Ningún compañero más se encontraba en el recorrido del secretario general del PSOE, que iba solo escoltado por el responsable de comunicación del partido, Ion Antolín, que no puso trabas al saludo ¿Cómo se siente presidente? «Estoy bien y con fuerzas», respondió el líder del Gobierno.
Pedro Sánchez puso letra a la música de su Manual de Resistencia con esta escueta frase, que tuvo luego eco en el plenario con el cierre de filas en torno a su figura –«víctima de ataques personales»–, y con las primeras intervenciones de Diana Morant y el presidente del Congreso, Juan Espadas, que emuló, con un «remake», a Lluís Companys con su «tornarem a lluitar, tornarem a sofrir i tornarem a vencer» convertido en «volveremos a ganar, volveremos a gobernar y volveremos a derrotar a la derecha A, Vox, y a la derecha B, el Partido Popular».
La dirección del PSOE y los dirigentes regionales, incluso los más críticos, sacaban pecho frente al ruido judicial haciendo bueno aquello de «al mal tiempo, buena cara». Solo una nota disonante, Óscar López. Atendió a los medios, atacó a Ayuso en un preludio de su candidatura, pero su lenguaje verbal no iba acompañado de su lenguaje corporal. Su cara era un poema en su particular «qué hace un chico como yo en un sitio como este».
«Estoy bien», decía el presidente y «estamos bien» clamaban los militantes socialistas. Ni los debates más complicados del congreso, léase financiación autonómica, pasaban el corte de los sinsabores. Cuando Santos Cerdán citó al PSC y a Salvador Illa, el plenario rompió en aplausos que compartieron, codo con codo, las delegaciones de Cataluña y Andalucía, posicionadas en la primera fila del plenario..
«España adelanta por la izquierda», que es el lema del congreso socialista, no se olvidó del PP «un partido que lleva nueve años sin hacer un congreso» y que «ataca al entorno personal y difama a un presidente legítimo», apuntó Santos Cerdán porque «van a por nosotros porque representamos lo que desprecian y odian». Y ante el ataque «el coraje de la militancia».
Tras esta primera parte del congreso, Pedro Sánchez se sintio más fuerte, y más apoyado, y con las manos todavía más libres para configurar una nueva dirección en el Partido Socialista. Seguro que hoy puede repetir «estoy bien y con fuerzas». Eso sí, la cintura del presidente del congreso, Juan Espadas, ante la tímida crítica de Izquierda Socialista, fue manifiestamente mejorable.