El Congreso Federal que el PSOE está celebrando en Sevilla es tiempo y gasto completamente inútil para los socialistas. Hubo una etapa en la que este tipo de congresos, sobre todo en el PSOE, servían para debatir de verdad sobre programas y para someter, de verdad, al partido a profundos procesos de renovación. La reunión de este fin de semana de los socialistas se ha convertido en un mitin de alta frecuencia en las acusaciones contra el PP. Poco más. Porque de poco sirve escenificar la unidad de quienes ya habían blindado su cierre de filas por pura supervivencia. En lo demás, es predicar en el desierto porque nada de lo que digan o hagan tiene más recorrido que el titular del momento dentro de ese serial que retrata la decadencia de la política española. El PSOE se equivoca en negar sus problemas y el PP lo hace al exagerar los de su adversario.
Mientras se desgañitan unos y otros, resulta bastante significativo que quienes están más alejados ya de la primera línea, y han ocupado cargos en ella, coinciden en un desasosegante análisis sobre dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos si los dos principales partidos no frenan, al menos en alguno de los grandes temas, en tirar de la cuerda.
Los apuntes que hacen ex ministros de la derecha y ex altos cargos de la izquierda son coincidentes de manera sospechosa y preocupante. «En algún momento hay que parar y poner un poco de calma al nivel de agresión política porque se está instalando una sensación general de inutilidad de todos nosotros que sólo puede llevar a derivas extremistas como las que estamos viendo al otro lado del Atlántico».
El enredo judicial en el que está metido el PSOE, y que aprieta cada vez más en Moncloa, va a subir de intensidad en las próximas semanas. En todos los frentes que tienen abiertos. Vienen novedades importantes en relación al «caso Koldo», y saldrán mensajes, nombres que todavía no están circulando, y más apuntes de corrupción. Quien haya aconsejado al alto mando socialista que se refugie en el eslogan de que Víctor de Aldama es un «Mortadelo», que miente mientras no enseñe pruebas, debería estar despedido de inmediato porque deja «vendido» a este «alto mando» cuando las pruebas empiecen a circular.
Y como dicen los más veteranos en la izquierda, «aquí se llega a un punto en el que ya da igual lo que digas o lo que digan de ti, porque no hay quien dé marcha atrás al clima de opinión». El victimismo que siempre ha funcionado al presidente del Gobierno, y que en algunos casos ha tenido su razón de ser por equivocaciones de sus adversarios, está gafado en un entorno como éste por más que en la izquierda haya una base sólida que se resiste a cambiar de opinión en cuanto a la convicción de que no hay corrupción bajo las enaguas de sus siglas, sino que lo que hay es una campaña de derribo contra el presidente Sánchez porque la derecha se niega aceptar que están fuera del gobierno.
Por más que chillen de uno y de otro lado, los hechos son rotundos. La corrupción es una amenaza grave para Pedro Sánchez, y la huida de voto de centro del espacio de la izquierda sigue en marcha. En la derecha falta que se consolide una alternativa y morder con más fuerza en la identificación de un equipo que no sólo haga oposición, sino que traslade confianza en cada una de las áreas en las que deben ser competentes para mover en serio los cimientos del Gobierno de la coalición. La alternativa del PP tiene todavía puntos débiles, especialmente reconocibles en materia económica y fiscal, por ejemplo.
Pero es muy posible que tengan razón quienes sostienen que «esto no tiene arreglo» cuando un partido, en este caso el PSOE, llega a estar en manos de una militancia que comulga con el castigo para quien vela por cumplir la ley (Lobato) y se rinde ante quien está sometido a sospecha, precisamente por no haber sido pulcro en velar por la legalidad vigente.
Igualmente, también es muy posible que estén dando en la diana quienes en el lado azul del Congreso piensan que hay exageraciones en la crítica y en el ataque al PSOE que no suman, sino restan, porque suponen tanto como considerar que el ciudadano medio es un ser falto de razonamiento y de sentido crítico de lo que se le dice y de lo que ve.
Hoy no sabemos si hay una X política en el PSOE que vaya más allá, presuntamente, del ex ministro José Luis Ábalos, pero es evidente que no hace falta inventársela para que quede claro, ante quien observa lo que está pasando, que el PSOE tiene un problema serio, y no se llama Feijóo, sino Aldama. Entre otros.