En el año 1983 la zoóloga estadounidense Dian Fossey publicó Gorilas en la niebla, un libro que marcó un hito en la concienciación sobre la extinción de los gorilas. Este se convirtió en un “best seller” y sería la inspiración para una película. La científica más arriesgada del siglo XX narró sus experiencias en las montañas de Virunga, donde luchó durante trece años y hasta su asesinato a machetazos en 1985 por un único propósito: concienciar al mundo sobre la importancia de proteger a los gorilas.
Desde entonces, y gracias a las investigaciones de Fossey, su lucha contra la caza furtiva y su valioso legado científico, las poblaciones de gorilas han aumentado considerablemente. En la década de los 80 apenas quedaban 300 gorilas; ahora su población ha superado el millar de individuos. Según David Greer, director de WWF, el Fondo Mundial para la Naturaleza, el gorila de montaña es el único gran simio cuya población está experimentando un crecimiento.
Los esfuerzos concentrados en la conservación y la protección del hábitat han sido muy exitosos en Ruanda, donde trabajó Fossey, y en Uganda. Sin embargo, en la República Democrática del Congo su preservación es más complicada debido a las guerras, las guerrillas internas y la explotación de la selva. En cualquier caso, el gorila de montaña sigue incluido en la lista roja de animales en peligro de extinción.
Uganda es frescura, verdor, sonrisa, ternura y alma africana. Aunque es mucho más, se identifica especialmente por ser el hogar de los gorilas guardianes de la montaña. Los primates de mayor tamaño viven en estado salvaje, pero están protegidos del furtivismo en el Parque Nacional de la Selva Impenetrable de Bwindi, en los Montes Virunga de Uganda. El camino hacia el bosque atraviesa ondulantes plantaciones de café y té. Al amanecer, los recolectores caminan junto a la carretera con cestas perfectamente equilibradas sobre sus cabezas, marcando el inicio de un nuevo día de trabajo.
Este santuario natural alberga la mayor población de estos primates en África. Sin embargo, su conservación tuvo un precio: las comunidades pigmeas, habitantes ancestrales del bosque, fueron desplazadas para establecer los límites del parque que hoy protege a los gorilas.
El parque es una de las principales atracciones turísticas del país, lo que está permitiendo que los trabajos de conservación sean cada vez más fructíferos. El turismo ha convertido a los visitantes en grandes embajadores de Bwindi y ha hecho del parque un ejemplo de turismo sostenible y responsable, que no solo favorece a los gorilas sino también a las comunidades locales. Visitar a estos extraordinarios animales no solo es un privilegio sino también un compromiso con la preservación de nuestro planeta.
El “trekking” por el imponente Bosque Impenetrable de Bwindi es un desafío y, sin duda, una experiencia única y emocionante. Siempre acompañados por expertos y en grupos reducidos de ocho personas, los visitantes pueden observar a los gorilas muy de cerca. Para ello es crucial seguir al pie de la letra las indicaciones de los profesionales: no llevar colores llamativos ni grandes mochilas, caminar en absoluto silencio y, lo más importante, mantener siempre una distancia prudencial para respetar su espacio, evitarles estrés y prevenir la transmisión de enfermedades humanas, a las que son muy vulnerables debido a su similitud genética con nosotros.
Los gorilas viven en comunidades familiares lideradas por un macho dominante, conocido como «espalda plateada» si su edad avanzada le ha conferido ese característico color en la espalda. Su dieta es herbívora: hojas, frutas y brotes tiernos nunca les faltan en la selva de Bwindi. Son pacíficos, pero muy protectores de su entorno, su familia y, sobre todo, de los más pequeños.
Aunque los guías conocen sus ubicaciones aproximadas, llegar hasta ellos implica una caminata exigente por un terreno muy húmedo y resbaladizo. Por ello, además de estar en buena forma física, es imprescindible llevar calzado adecuado, cubrir los tobillos y usar ropa protectora. El recorrido puede durar hasta tres horas, atravesando la densa selva húmeda. Es imprescindible usar machetes para abrir camino, tarea que realizan los guías que encabezan la expedición. Para mayor seguridad, siempre hay otro profesional cerrando el grupo que avanza en fila india y en absoluto silencio.
Aunque el esfuerzo es considerable, la experiencia es inmensamente gratificante: los gorilas parecen aceptar la presencia humana con una curiosidad serena que los hace inolvidables.
Los alrededores de Bwindi y sus pequeños poblados, como Rushaga o Buhoma, también se han beneficiado con la llegada del turismo. Estas localidades cuentan con “resorts” encantadores enclavados en las profundidades de la naturaleza. Las comunidades locales venden artesanías, coloridos tejidos típicos de la indumentaria femenina, bebidas y productos alimenticios en casetas de madera que bordean las polvorientas pero animadas calles.
Al caer el sol, sus bulliciosos mercados callejeros se convierten en un festín para los sentidos, con asadores que ofrecen pinchos de cerdo y patatas fritas junto a puestos de pescado, ropa, utensilios domésticos e incluso placas solares y productos de belleza. Este ambiente vibrante refleja la esencia genuina de Uganda, donde la calidez y amabilidad de su gente son parte fundamental del encanto.
Aunque los desafíos persisten, el futuro es prometedor y los gorilas de Uganda ya son un símbolo de esperanza en la conservación de la biodiversidad. Empresas como Ankawa Safari permiten visitar Uganda sin riesgos, descubriendo tanto sus lugares más emblemáticos como los más recónditos.
¡Ya estamos en WhatsApp! Si quieres recibir en tu móvil toda la actualidad y las noticias más importantes del día, pincha aquí y únete a nuestro canal. Es un sistema gratuito, cómodo y seguro.