Restan dos carreras para que termine la temporada en la F-1 y solo está en juego el Mundial de Constructores, al que optan McLaren y Ferrari. El otro, el de pilotos, ya está en manos de Max Verstappen desde hace una semana en Las Vegas. Este fin de semana la Fórmula Uno está en el circuito de Qatar, un trazado urbano sinuoso, rápido y peligroso donde McLaren parte como favorito a la victoria. La salsa del Gran Premio está en ver quién manda entre los equipos, porque además es la clasificación que reparte el dinero a final de año. A más puntos, más dinero. Y la diferencia entre quedar primero o segundo es abismal. Los ojos de muchos en el «paddock» estarán puestos en ver qué está ocurriendo en la escudería Ferrari y la relación, o no relación, entre sus dos pilotos: Charles Leclerc y Carlos Sainz. El origen de sus actuales problemas, al menos de forma pública, es el pique sutil y discreto que han mantenido estos años atrás, pero que se ha hechos más evidente este curso y sobre todo en el pasado Gran Premio de Las Vegas. Leclerc se dejó la radio abierta en la vuelta de regreso a boxes al terminar la carrera y mostró su rabia destapando todas sus vergüenzas.
A nivel estratégico, Sainz siempre estuvo muy delante de su compañero, a pesar de que el monegasco es más rápido y en varias ocasiones ha terminado por delante de él en el Mundial de Pilotos. El pasado fin de semana, Sainz pasó por boxes más tarde que su compañero por un error del equipo. Cuando lo llamaron para hacer el cambio de ruedas, de repente, «in extremis», le ordenaron mantenerse en pista. El español tuvo los suficientes reflejos para salirse del carril que da entrada al «pit lane» y continuó en carrera. Pidió explicaciones a través de la radio y su ingeniero de pista le comentó que no estaban preparados para hacer el cambio. Lo hizo poco después y se encontró, al volver, por detrás de Leclerc y con neumáticos en mejor estado. Fue entonces cuando le pasó de forma incontestable para irse a por Verstappen y así ganar la tercera plaza. El español lo vio claro y estas alturas de la película (el año que viene estará en Williams y vio que podía sumar más puntos que si se quedaba detrás de Leclerc) le daba igual. Y el tiempo le dio la razón. Superó al de Red Bull, acabó tercero y su compañero fue cuarto. Si hubiera permanecido detrás del monegasco quizá Ferrari no hubiera sumado los puntos que sumó y puede que eso se necesite la próxima semana en la última cita de la temporada.
A Leclerc no le gustó que le adelantaran de esa manera. No tenía el mismo ritmo que Sainz y aquello le molestó. Acabó cuarto, gracias en parte, al ritmo de Sainz y cuando regresó a boxes en la vuelta de desaceleración al acabar el Gran Premio se dejó la radio abierta. Le dedicó a Sainz varias frases despectivas que dejaron entrever su enfado y, a la vez, el reconocimiento de que el madrileño había sido mejor con el consiguiente cabreo. Al comprobar que la radio estaba abierta, el ingeniero le dijo «shut up» (una expresión informal, cercana a lo vulgar, que significa «calla la boca») a lo que Leclerc respondió pidiendo disculpas conocedor de todo lo que se había escuchado.
Sainz está fuera de Ferrari y le hicieron una jugarreta cuando todo parecía que estaba hecho para la renovación. Pero la decisión de Hamilton a última hora acabó con sus opciones. El nuevo jefe, Fred Vasseur, es íntimo de Nicolas Todt, representante de Leclerc, y anteriormente habían sido socios en ART, equipo de GP2 y F2 en el que corrió precisamente Hamilton antes de dar el salto a la F-1. Entre Todt y Vasseur fraguaron la operación de Hamilton y dejaron fuera a los Sainz. Ahora, tanto Sainz como Leclerc, deben cumplir órdenes para ganar el título de Constructores, una corona que desean desde Italia, ya que no ganan desde 2008.