La Comisión Europea planea obligar a empresas chinas a compartir propiedad intelectual si entran en los planes de desarrollo de baterías
La UE se lanza al proteccionismo frente a China y EEUU
La Unión Europea debe defenderse ante la pinza de prácticas proteccionistas que le hacen desde Estados Unidos y China. Salvar la industria europea en medio de una guerra comercial se ha convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza de los dirigentes europeos, especialmente en los dos últimos años, y se han ido sentando las bases para intentar, además, reducir las dependencias de otras potencias, por ejemplo, en materias primas críticas. Con ese panorama, la Comisión Europea está preparando la licitación de proyectos para el impulso del desarrollo de baterías limpias por un importe de 1.000 millones de euros y planea incluir cláusulas que preserven a los competidores europeos.
Según publicó Financial Times, la Comisión Europea pretende obligar a las empresas chinas que quieran participar en los planes de desarrollo de baterías en Europa a compartir su ‘know how’ tecnológico, es decir, la propiedad intelectual de sus proyectos.
Con ese movimiento, la UE impondría una suerte de ‘cláusula espejo’ respecto a la normativa china, que obliga a las empresas extranjeras a la transferencia forzosa de tecnología o la exigencia de cesión de ciertos derechos de propiedad intelectual como condición para poder tener acceso al mercado chino. Con ese régimen, Pekín lleva años accediendo a tecnología extranjera pionera en industrias clave.
En la Comisión Europea evitan hacer comentarios sobre la licitación del denominado Fondo de Inversión 2024, que saldrá a licitación el próximo 3 de diciembre. Además de los 1.000 millones destinados a las baterías limpias, también habrá una segunda subasta de 1.200 millones en ayudas a la producción de hidrógeno renovable.
Bruselas también puso límite a la participación del gigante asiático en ese procedimiento. Los términos y condiciones publicados en septiembre establecían que los proyectos seleccionados tendrían que “contribuir a una cadena de suministro diversificada y evitar la creación de dependencias en terceros países que puedan amenazar la seguridad en el suministro de electrolizadores”.
Los electrolizadores son la tecnología que se usa para obtener hidrógeno a partir de la descomposición de agua a través de electricidad renovable o nuclear. En concreto, se impuso un límite del 25% de pilas de electrolizadores procedentes de China, medido en megavatios eléctricos.
En la retina de los gobiernos europeos está el dominio que logró China de la industria de los paneles solares gracias a sus ayudas estatales, que pasaron factura a las empresas europeas en su propio territorio.
Por eso entre los objetivos de la Comisión Europea está poner coto a la inundación China en los mercados europeos y, especialmente, en el sector de las energías renovables en un momento en el que el continente tiene unos ambiciosos objetivos para lograr la neutralidad climática. Recientemente, la Comisión Europea abrió una investigación a proveedores chinos de turbinas para parques eólicos en España y otros cuatro países de la UE.
La vicepresidenta de Competencia, Margrethe Vestager, a quien ahora sucederá Teresa Ribera, acusó de la compra de tecnología “no siempre de forma transparente” y mencionó la concesión de “subvenciones masivas a los proveedores nacionales al tiempo que se cierra progresivamente el mercado nacional a las empresas extranjeras” por parte de Pekín. Igualmente, advirtió de la exportación de su exceso de capacidad “al resto del mundo a precios bajos”.
Estos tres ejemplos se suman a la gran decisión de imponer aranceles extraordinarios a la importación de vehículos eléctricos fabricados en ese país. La introducción de esas tasas, que oscilan entre el 35,3% y el 7,8% y se suman al vigente 10%, se llevó a cabo tras una investigación anunciada por Ursula von der Leyen en septiembre de 2023 por las ayudas del Gobierno chino a la industria automovilística y una negociación infructuosa con Pekín, que intentó abrir una brecha entre las capitales europeas. Finalmente, los aranceles salieron a delante en una UE dividida y en la que los intereses económicos en China generan en muchas ocasiones un doble rasero de los gobiernos.