Los planes energéticos de mediano plazo del gobierno brasileño muestran que el país enfrentará dos grandes desafíos en la próxima década: descubrir yacimientos de petróleo y desarrollar infraestructura de transporte de gas natural.
Las proyecciones para 2034 contenidas en el plan a 10 años del Gobierno sobre la producción de petróleo y gas en Brasil son optimistas. Se espera que crezca tanto la producción de petróleo como la de gas natural en los próximos cinco años. Pero, al mismo tiempo, el estudio de EPE (Empresa de Investigación Energética) muestra que Brasil será incapaz de sostener esta curva de crecimiento en el sector de hidrocarburos y hasta posiblemente inicie un proceso de declive en la producción a partir del pico en 2033.
Si nos enfocamos en el caso del petróleo, el presal, que comenzó a producir en 2009, alcanzará su pico productivo en 2030. Pero, como cualquier recurso no renovable, eventualmente comenzará a menguar. Y esto debería suceder en la próxima década. Para mantener la creciente producción nacional a partir de 2030, el país tendría que haber realizado importantes descubrimientos en los últimos años, lo que no ocurrió debido a las bajas inversiones en exploración realizada por Petrobras.
Cabe destacar que el proceso para la exploración y desarrollo de un yacimiento offshore es largo, oscilando entre siete y 10 años entre el inicio de la investigación, incluyendo la evaluación de los yacimientos, la preparación de un plan de desarrollo y la fabricación e instalación de plataformas hasta la primera extracción. Y todo esto considerando que el pozo responda a las expectativas de la sísmica, ya que como todos sabemos, en hidrocarburos no todo es lo que parece.
Esto significa que incluso si el presidente Lula presionara al IBAMA (Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables) a conceder en los próximos dos años las licencias ambientales para que Petrobras investigue y desarrolle los yacimientos, por ejemplo, en la Margen Ecuatorial cercanas a la desembocadura del Amazonas, se estima que la producción de petróleo en la región debería comenzar recién en 2033. Sin embargo, este se ha transformado en uno de los grandes frenos burocráticos, casi enfermizos, de la regulación brasileña, que, atada a un activismo ambiental desmedido, ha frenado la inversión en exploración y desarrollo de nuevas cuencas en Brasil. El resultado, si no atacado a tiempo, podría ser que Brasil en la próxima década vuelva a importar petróleo y quebrar el autoabastecimiento.
Ya en el caso del gas natural, nuevos proyectos centrados en su producción deberían estimular un gran crecimiento en la extracción. Cabe recordar que Brasil en la actualidad produce la misma cantidad de gas natural que Argentina, y aun posee un gran potencial de desarrollo offshore con grandes yacimientos identificados en las costas del nordeste del país. Pero el suministro de este gas, que también aumentará en el corto plazo, seguirá siendo limitado en los próximos años.
Según analistas, el desarrollo e incorporación del gas natural a la matriz energética brasileña exige una planificación estratégica de ahora en adelante en la cadena de valor del gas para que no se repita el error de la actual política energética, en la que más de la mitad del gas natural producido en el país se reinyecta debido a la falta de infraestructura.
En este contexto de mercado, se inserta el acuerdo firmado entre Argentina y Brasil para el uso del Gasbol como puerta de entrada del gas natural de Vaca Muerta al país vecino. Aunque nada desdeñable, aún quedan muchos desafíos a solucionar para poder exportar cerca de 20 a 30 millones de m³ diarios a Brasil, ya que el pleno aprovechamiento del Gasbol va a requerir la construcción de un gasoducto dedicado en Argentina, más allá de la reversión del TGN y la adecuación de la infraestructura de transporte interna en Bolivia.
La oportunidad existe y posiblemente veremos la presentación de un RIGI en los próximos meses que dé inicio a este proyecto. La ventaja para Argentina en esta situación es que Brasil acelera su transición energética y posee una gran dificultad con los permisos ambientales para seguir desarrollando sus yacimientos e infraestructura contigua, al menos en el corto plazo. Por otro lado, los yacimientos offshore en Brasil poseen un perfil petrolero con gas asociado, que en la mayoría de las veces es utilizado para reinyección y así darle más eficiencia a la extracción.
En síntesis, Vaca Muerta puede transformarse en el corto plazo en un proveedor significativo de gas natural a Brasil, aprovechando la infraestructura existente e incorporando en el mediano plazo 20 o 30 millones de m³ diarios. Sin embargo, la gran oportunidad que rompa el techo del Gasbol vendrá de la mano del cambio de la matriz energética brasileña hacia la incorporación de una red de gasoductos más amplia, la ampliación del uso de usinas termoeléctricas y, principalmente, la transición al gas natural de la industria brasileña.