Moscú libra desde hace años una guerra diplomática en el este de Europa con la que intenta conseguir, sin disparar un solo tiro, una zona de influencia que le permita fijar un colchón de seguridad con la Unión Europea y, por ende, con la OTAN. Esta batalla, tan distinta a la emprendió en Ucrania por la vía de la fuerza, tiene una pieza clave en Georgia, una antigua república soviética en la que Rusia sigue teniendo mucha presencia pero cuya población, o al menos una parte de ella, aspira a ser más europea que rusa.
De hecho, el país lleva años negociando la entrada en el club europeo, y tiene unas negociaciones de adhesión en marcha que Bruselas ha visto siempre con recelo. Por una parte, atraer a este pequeño país hacia Europa sería una juegada estratégica de gran importancia, como ya lo fueron las de las repúblicas bálticas, ya que extendería aún más las fronteras hasta los mismos límites de Rusia. Pero, por otra, la UE tiene serias dudas sobre la salud política del país y sobre la capacidad de injerencia de Moscú, que ha demostrado ser nada desdeñable.
La situación terminó de complicarse en las últimas elecciones, en las que el país, no sin cierta polémica, viró hacia posiciones más prorrusas, algo que se acaba de confirmar este jueves con el anuncio del
primer ministro, Irakli Kobajidze, de que su gobierno ha decidido suspender "hasta finales de 2028" las negociaciones para la adhesión a la Unión Europea, un trámite que Bruselas ya suprimió 'de facto' por la deriva antidemocrática de Tiflis y su acercamiento a posturas afines a Moscú.
"Hemos decidido no poner en la agenda la cuestión de la apertura de negociaciones con la Unión Europea hasta finales de 2028. Además, hasta finales de 2028 rechazamos también cualquier subvención presupuestaria de la Unión Europea", ha manifestado Kobajidze durante una comparecencia recogida por la prensa georgiana. Kobajidze ha mostrado su rechazo al ingreso de Georgia en la Unión Europea como una "limosna" de Bruselas, informa Europa Press.
"Vemos que los políticos y burócratas europeos están utilizando las subvenciones y los préstamos asignados como chantaje contra Georgia", ha aseverado el primer ministro, que fija 2030 como año de la posible adhesión. La Comisión Europea ya suspendió 'de facto' el proceso de adhesión georgiano debido a unas últimas medidas adoptadas por Tiflis --como la polémica ley de agentes extranjeros o una normativa contraria a los intereses de la comunidad LGTB-- que hicieron saltar las alarmas en Bruselas ante el rumbo antidemocrático del país.
En un reciente informe, Bruselas advertía de que la ley sobre influencia extranjera "va en contra de los valores y principios en los que se fundamenta la UE" y recalcaba que esta norma "pone en peligro la trayectoria europea de Georgia", manteniendo así 'de facto' "congelada" la adhesión de Tiflis a la UE.
Asimismo, las últimas elecciones parlamentarias en Georgia han ahondado en esta crisis de confianza. La oposición, incluida la presidenta del país, Salomé Zurabishvili, ha denunciado fraude electoral y la UE ha anunciado que enviará una misión técnica para evaluar estas irregularidades detectadas por los observadores internacionales.