Aunque no hay que abusar de los fritos, un consumo responsable no es perjudicial; además, hay métodos para evitar que los alimentos que cocinamos de esta manera terminen bañados en aceite
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De octubre a abril es fácil encontrar en los puestos de verdura del mercado cestas o cajas repletas de berenjenas, las más habituales son las moradas lisas o rayadas, pero también hay variedades de color blanco. De la familia de las solanáceas -que comparte con las patatas, los pimientos de todos los colores y los tomates- es una hortaliza originaria de la India, y fueron los árabes los que se encargaron de introducirla a través de la Península Ibérica en Europa.
Su color morado -cuando son de esta variedad- nos indica que su piel contiene antoniacinas, flavonoides que contienen pigmentos y le dan esa tonalidad. Son antioxidantes y antiinflamatorios, por lo que consumir las berenjenas con su piel tiene beneficios para nuestra salud. No son las únicas propiedades de esta hortaliza, que contiene un 92% de agua, una buena concentración de vitaminas B1 y B6, manganeso o cobre.
Gracias a las vitaminas que concentran ayudan a mantenerse fuerte a nuestro sistema inmunológico, los minerales que contiene son beneficiosos para prevenir la artritis, patologías coronarias o la osteoporosis, y al disponer también de ácido clorogénico son aliadas contra el colesterol.
La berenjena es una hortaliza muy apreciada en la comida asiática y está integrada en muchas recetas acompañada de otras verduras, hongos, carnes o marisco y algún carbohidrato como el arroz, la sémola de trigo o distintos tipos de fideos o tallarines o en forma de paté en el exquisito baba ganoush o mutabal libanés.
Hay distintas formas de cocinarla. Las más sanas y las que mejor mantendrán sus propiedades antioxidantes siempre serán al vapor o en microondas, ya que a las antoniacinas que contiene su piel no les gusta el calor, son termolábiles. Pero de forma esporádica, o para conseguir hacerlas más atractivas para el público más reacio a hortalizas y verduras, pueden hacerse rebozadas y bien fritas.
Un bocado irresistible que puede combinarse con muchos platillos y quedar delicioso. En Granada, Málaga y Córdoba, por ejemplo, son típicas preparadas fritas y con un chorrito de miel de caña; el contraste es espectacular. Eso sí, vamos a contarte algunos trucos para queden crujientes por fuera y tiernas por dentro, y para evitar que se empapen de aceite y te arruine el plato.
Por supuesto, utilizar papel absorbente como último paso es un plus para terminar de eliminar el aceite de más que haya podido coger la berenjena durante el proceso. Pero si sigues la mayoría de estos trucos, casi ni te hará falta.
Según análisis del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), uno de los mejores aceites para nuestros fritos es el de orujo de oliva, que es bastante desconocido. Es un aceite muy rico en ácido oleico y es capaz de “retener compuestos nutricionales a pesar de un uso reiterado” y resiste muy bien las altas temperaturas, explican investigadores implicados en los estudios del CSIC.
El aceite de oliva, en general, es más resistente a elevadas temperaturas sin descomponerse “ni generar sustancias irritantes frente que los de semillas”, apuntalan desde la Universidad de Alcalá.