No le da al Real Madrid, ahora mismo, para empatar o ganar al Liverpool en su campo. El líder de la Premier y de la Champions juega con una intensidad y una determinación a la que no llega el equipo que entrena Carlo Ancelotti. Había dejado dos buenos partidos en LaLiga español, pero hoy Anfield está un escalón por encima de las prestaciones del actual campeón. Y más si llegas a su campo sin Vinicius. El modo de afrontar los partido del brasileño es medio Madrid cuando las cosas no van bien. Le echó de menos de una manera escandalosa, de una manera que no deja en buen lugar a Kylian Mbappé.
Al principio del partido, cuando mejor estuvo situado en el campo, al conjunto español le falló el ataque y luego, ya en la segunda mitad, no pudo resistir más la defensa. Courtois había dejado ya una serie de milagros, pero no se puede ser omnipotente siempre. Recibió un gol el Madrid en la segunda parte, cuando lo merecía y no dio noticias de levantarse.
Bueno, sí. Hubo un momento, una ocasión perfecta, cuando Lucas Vázquez, que salió como una moto, lanzado y convencido de que todo era posible, consiguió que le hicieran un penalti. Sin Vinicius, Mbappé, que ocupó su sitio en la banda, cogió la pelota. Era la pelota para cambiar el partido, para empatarlo, aunque en ese momento no lo mereciera el equipo español, pero el fútbol no es justo o injusto.
Dio igual. Mbappé tiró el penalti al mismo nivel que jugó el encuentro. Se esperaba tanto de él que el choque en Anfield deja una herida, una nostalgia de lo que no se ha visto y, puede que también enfado. Tiene que cambiar Mbappé, no sólo en juego, también en esa forma de estar en el campo, esa manera de ir a la presión, a robar algún balón.
En una primera mitad competitiva por parte del Madrid, defendiendo arriba, le faltó mordiente, le faltó desmarque y le faltó Mbappé. Hay días que no salen nada y ese fue el del francés. El problema es que no ha llegado aún el día en que le salen bien las cosas de manera constante.
Brahim le acompañaba porque la baja de Vini trastocó el equipo de Ancelotti, que también apostó por Güler en el centro del campo. El turco no tuvo protagonismo, en parte porque el Madrid no tuvo el balón y porque tocó un encuentro de resguarcerse y esperar. No era un día para él. Güler puede ser una solución, pero no para un momento de prisa. Brahim tuvo sus momentos, estuvo vivo y de él llegó lo mejor arriba. También buscó a Mbappé, pero no le encontró.
Sin ataque, sin poder asustar al rival con llegadas y profundidad, el Madrid fue dando el encuentro al Liverpool. No tenía miedo el líder de la Premier en ir hacia arriba porque no tenía ninguna necesidad de mirar hacia atrás. Así que , poco a poco, minuto a minuto o gota a gota, el encuentro se fue girando hacia la portería de Courtois. El Liverpool es un martillo pilón, que va subiendo revoluciones, buscando una y otra vez por dentro. El Madrid lo fue llevando bien, porque defendía arriba, con un Camavinga en todos lados, llegando a cualquier balón, reinando en una posicion que se está ganando a pulso. No se cansa nunca y es un mediocentro que, de repente, puede aparecer corriendo la banda sin que se note que no es su posición. El partido tenía pinta de ser el que le coloca para siempre como titular en el equipo. Hasta que se lesionó y el Madrid, por si no lo creía ya, supo que nunca iba a remontar. El penalti que falló Mbappé lo confirma.
El partido, desde la segunda mitad, se había convertido, como sucedió contra el City, en la Champions pasada, en un ejercicio de resistencia. El equipo cada vez más hundido; los centrales, demasiado cerca de Courtois. Fue una pena la derrota, en parte, porque Asencio no pudo disfrutar de su primer día grande en el Real Madrid. Van a llegar más, no hay duda, porque el joven canterano aguantó la presión, sobre todo en la primera mitad. Tuvo, nada más empezar el choque, una jugada de esas que pueden definir un partido y una carrera: casi se mete gol en uno de los primeros balones que tocó, pero reaccionó con agilidad para sacarlo. Después, no tuvo miedo de enfrentarse a cualquier rival o aguantar todo el partido con amarilla. Pero, en la segunda mitad, como el resto del equipo, no dio para más.
El Liverpool, que después de sus experiencias en los últimos años, tenía ganas al Madrid, le vio débil, se vio superior y desde el comienzo de la segunda mitad, fue al cuello. Los de Ancelotti ya no lo veían tan claro y no encontraban a Bellingam, que durante muchos minutos, fue el más clarividente para sacar la pelota. Ya no había manera, porque el equipo inglés mataba al rival con balones interiores.
Así llegó el primero, un balón cruzado al que no llegó Courtois y después de que Mbappé fallara su penalti y de que Salah mandara el suyo fuera por pegarle un punterazo con el exterior, como los niños cuando tiran a trallón, después de todo eso, no despertó el Real Madrid.
Fue como si fuera muy consciente de que no era su batalla, al menos por ahora, quizá después. Gapko remató el segundo, en un cabezazo inexplicablemente solo. El Madrid se había desenchufado, ni creía en la remontada. Está en un lento proceso, no para gestas.