En un restaurante entre la calle del Buen Suceso, sede del Partido Socialista de Madrid (PSOE-M) y la Federal del PSOE en Ferraz. En un reservado suelen reunirse dirigentes de ambas ejecutivas y desde el lunes el escenario era una olla a presión. Las declaraciones de Juan Lobato en las que plantaba cara al «sanchismo» y denunciaba su «linchamiento» abren toda una guerra en la Federación más convulsa del partido. Y allí se pronuncia una frase demoledora: «Lobato va al notario a firmar su testamento». Hiriente reflexión que revela como el poderoso entramado de la dirección otorgaba al aún líder del socialismo madrileño un estatus de cadáver político. El lunes, liderada por el secretario de organización Santos Cerdán, y bajo el beneplácito de La Moncloa, se pone en marcha una noche de «cuchillos largos» contra el secretario general del PSOE-M. Una a una, todas las agrupaciones territoriales son contactadas por orden suprema para retirar cualquier apoyo a Lobato y preparar el apoyo al nuevo delfín designado por Sánchez, su actual ministro de Transformación Digital, Óscar López. La impunidad del poder es absoluta y ni siquiera en Soto del Real, su localidad natal y de la que fue alcalde se detectan muestras de respaldo.
A la espera de su declaración mañana como testigo ante el juez Ángel Hurtado, es ya un rebelde en caída libre. En contra del argumento de la película «Rebelde sin causa», inmortalizada por James Dean, cuyo personaje es un joven desafiante sin objetivos concretos, Lobato sí los tenía: hacer frente a su linchamiento y evitar su implicación en un posible delito por la filtración de datos confidenciales sobre la situación fiscal de Alberto González Amador, pareja de Isabel Díaz Ayuso. Conviene recordar que Lobato es técnico de Hacienda y conoce la deriva delictiva de tales hechos si se confirman. Es la suya una huida hacia adelante, sabedor del vacío enorme que le iban a propinar en el Congreso del PSOE que arranca mañana. Tras su inauguración, la Federación madrileña tenía prevista una cena con militantes en un local de Triana, pero tras las presiones del «aparato» nacional nadie pensaba asistir. La soledad era evidente y Lobato ha preferido dar un paso atrás.
Una vez más, el coloso Sánchez y su gigantesco montaje de propaganda han logrado cobrarse una nueva pieza en el socialismo madrileño, como hizo en su día con Tomás Gómez. Quien fuera su hombre de confianza en Madrid, regidor de consenso en Soto del Real y azote de Ayuso en la Asamblea, pasa hoy ya a ser una nueva reliquia del «sanchismo».
