Siempre fueron fareras. Vivían en un faro , trabajaban allí, su vida transcurría bajo una luz en movimiento, frente al mar. Pero nadie las llamaba así. Como mucho, eran las mujeres o las hijas de los fareros. Y después de siglos a la sombra de ellos, cuando por fin consiguieron feminizar el oficio, la profesión murió. En 2030 no quedará ninguna persona, ni hombres ni mujeres, en los faros de España. Ésta es la historia de una lucha de 26 mujeres por conseguir un reconocimiento con fecha de caducidad. «Pensé que un faro era el mejor lugar del mundo para vivir», cuenta María Amelia González Gerpe, una farera jubilada que en la década de los ochenta vivió literalmente bajo las...
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