Jean Paul Sartre (1905-1980), el filósofo francés, de madre alemana, inspirador de la progresía –que lo leyó poco– de los años sesenta y setenta del siglo pasado, escribió que «la perspectiva permite el juicio, la comparación, la reflexión». Pedro Sánchez torea como puede los líos de Aldama, Koldo, Ábalos, Lobato y lo que afecta a su mujer, a las puertas del Congreso Federal del PSOE, y en cuanto tiene oportunidad –siempre sin preguntas– presume de que la economía española es la que más crece, con diferencia de los grandes países del euro. Es cierto, aunque todos los indicadores apuntan que ese crecimiento es porque hay más población, pero que no mejora, por ejemplo, el poder adquisitivo de los ciudadanos.
La euforia sanchista tropieza o tropezará con la realidad. Ayer, el gigante siderúrgico alemán Thyssenkrupp anunció que planea eliminar nada menos que el 40% de sus puestos de trabajo, lo que supondrá unos 5.000 empleos directos y otros 6.000 indirectos. La decisión del mayor fabricante de acero germano no es excepcional. Volkswagen ya avanzó grandes recortes de plantilla, de la misma manera que cientos de empresas medianas y pequeñas. Alemania coquetea con la recesión hace meses y si la elude es con crecimientos raquíticos. Las perspectivas son tan oscuras que hasta la severa Angela Merkel, en sus memorias, sugiere la posibilidad de ampliar los márgenes de endeudamiento del Estado. Mientras, es posible que, tras las próximas elecciones, un Gobierno de centro-derecha estudie la opción de reabrir las centrales nucleares paralizadas en su día tras los accidentes de Fukushima, algo que también barajan Bélgica y otros países. Alemania necesita un abastecimiento estable de energía, y con Putin al frente de Rusia, el recurso al gas se ha demostrado no fiable. En España, Teresa Ribera, antes de irse a Bruselas, ha firmado el cierre de la nuclear de Almaraz, que no es irreversible como sabe su sucesora, Sara Aagesen, haga lo que haga. La euforia económica de Sánchez, no obstante, debería contemplar los efectos del constipado económico alemán y cómo, de forma inevitable, el contagio también llegará a España. La comparación debería llevar a la reflexión, como explicaba a los progres Sartre.