El colmo de una mala racha es tener un 3-0 a favor para romperla cuando falta un cuarto de hora para que se cumpla el tiempo reglamentario y acabar cediendo un empate (3-3). Eso es exactamente lo que sufrió este martes el
Manchester City ante el
Feyenoord y desde luego que justifica con creces la cara de pocos amigos de Guardiola con la llegada del pitido final. El conjunto dirigido por el técnico catalán llegaba a este duelo habiendo encadenado cinco derrotas, un registro nunca antes visto en la exitosa carrera de Pep en los banquillos, y aunque no aconteció la sexta el empate final no dejó de tener un sabor más que amargo. Más si cabe teniendo en cuenta que si no ganó el
Manchester City no fue porque el fútbol sea caprichoso (que a veces lo es), sino porque desde hace un tiempo los rivales le han perdido el respeto y han visto en él signos de vulnerabilidad que antes brillaban por su ausencia.
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