Dicen que en el avión de regreso de Vigo, hace tres días, se oía el vuelo de una mosca. Serios y abrumados, los jugadores del Barça estaban todavía bajo el influjo de la bronca/sermón que su entrenador les había dedicado en el mismo vestuario de Balaídos. El equipo acababa de tirar dos puntos en los últimos minutos, que reflejaron las calamidades y penurias que había atravesado ante el Celta.
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