La ciudad surcoreana de Busán es escenario desde este lunes de la última sesión del Comité Intergubernamental de Negociación de Naciones Unidas, donde delegaciones de todo el mundo buscan acordar el primer tratado global para frenar la contaminación por plásticos. Esta cumbre, que se extenderá hasta el 1 de diciembre, se enmarca en un esfuerzo colectivo iniciado hace dos años y que se encuentra en su fase decisiva. La Unión Europea (UE) aspira a alcanzar un pacto jurídicamente vinculante antes de que termine 2024.
Entre las prioridades de la UE se encuentra limitar los niveles de producción de polímeros plásticos primarios y prohibir los microplásticos añadidos intencionalmente en los productos. Además, abogan por una estructura en el tratado que aborde de manera integral todo el ciclo de vida del plástico, desde su fabricación hasta su eliminación. Otra propuesta es que los grandes productores asuman responsabilidad financiera por los daños ambientales derivados del plástico Según Maros Sefcovic, vicepresidente ejecutivo del Pacto Verde Europeo, estas medidas son urgentes ante un problema que amenaza la salud humana, los ecosistemas y la economía global.
La contaminación plástica es un problema global. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en 2019 se produjeron 460 millones de toneladas de plástico, el doble que en el año 2000 y menos del 10% fue reciclado. Anualmente, alrededor de 20 millones de toneladas terminan contaminando el medioambiente.
En este sentido, la directora del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Inger Andersen, calificó las negociaciones como el "momento de la verdad". Aunque reconoció las divisiones entre los países, instó a alcanzar un consenso que cierre las brechas en temas como la producción de plásticos y la regulación de químicos asociados.
Las discusiones en Busán reflejan profundas diferencias entre las delegaciones. Mientras la Coalición de Alta Ambición (HAC), que incluye a países africanos, asiáticos, europeos y oceánicos, defiende la regulación de todo el ciclo de vida del plástico, otros, como Arabia Saudita y Rusia, buscan limitarse a la gestión de residuos. Este enfrentamiento ha entorpecido el progreso en anteriores rondas de negociación, que han dejado un borrador de 70 páginas sin acuerdos en puntos clave.
En este escenario, Estados Unidos y China emergen como actores cruciales. Aunque Estados Unidos expresó inicialmente su apoyo a ciertos límites en la producción de plásticos, las recientes señales de un cambio en su postura generan incertidumbre. Por su parte, China ha mantenido una posición más ambigua, lo que dificulta prever su papel en la adopción del tratado.
A pesar de los avances, algunos críticos consideran que los documentos en discusión carecen de ambición. El Centro de Derecho Ambiental Internacional advirtió que el texto actual podría resultar en un tratado "inefectivo e inútil", incapaz de enfrentar adecuadamente la crisis del plástico. No obstante, organizaciones como WWF mantienen esperanzas, señalando que una "abrumadora mayoría" de países apoya la creación de reglas vinculantes para abordar todo el ciclo de vida del plástico.
El sector privado también está dividido. Mientras algunas empresas alertan sobre las consecuencias económicas de reducir la producción, otras respaldan la adopción de estándares globales para garantizar niveles sostenibles de fabricación.