La editorial Contraseña ha publicado una serie de esquelas en redes sociales para despedir otras realidades como el 'conocimiento científico' y los 'propósitos no cumplidos en 2024'
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El uso de las esquelas para informar de la muerte de conocidos se popularizó en el siglo XIX, cuando la aparición de la imprenta y los periódicos permitieron a las familias comunicar en ellos las defunciones de sus seres queridos. También los detalles de sus respectivos funerales. Aunque mucho antes, civilizaciones como la griega, romana y egipcia se adelantaron con sus propios ritos fúnebres, grabando sus nombres y datos en piedras, para preservar la memoria de sus ancestros. El pasado jueves 21 de noviembre fue X (antes Twitter) el que amaneció con una singular esquela, publicada por Editorial Contraseña: la de la palabra 'cuyo'.
“Hijo de Cayo Cuius y de Lucrecia Cuia, viudo de la coma vocativa, hermano del signo de apertura de interrogación (fallecido), el signo de apertura de exclamación (fallecido), de los gemelos dos puntos después del saludo en un correo (fallecidos) y del punto y coma (agonizante)”, fue el mensaje de despedida. “La poca familia que le queda ruega una oración por su alma y agradece las muestras de cariño recibidas. El entierro tendrá lugar en la más estricta intimidad”, concluía el escrito.
Al día siguiente, el sello emitió un nuevo comunicado. “No ganamos para disgustos”, comentaron como introducción a la nueva muerte, la de la palabra 'undécimo': “Según dicen, a resultas de las cuchilladas que le asestaron su hermano Décimo Primero y su hermano putativo, Onceavo, en el transcurso de una riña familiar”. El artífice de las irónicas esquelas es Alfonso Castán, editor de Contraseña, que explica a este periódico que su origen fueron otras dos publicaciones que encontró en redes sociales, en las que una escritora y una profesora de inglés comentaron que el 'cuyo' se había perdido.
Indicaron que parecía que “la gente se había olvidado” del término y se le ocurrió la idea de, para “contarlo con gracia”, hacerlo como si fuera una esquela. El editor es el encargado de las redes sociales de la compañía: “Las editoriales pequeñas no tenemos los gabinetes de prensa de las grandes, así que nos tenemos que buscar la vida en redes”, apunta, de ahí a que añada “chistes” y otras “ocurrencias” que amplían el relato de sus perfiles a más allá de la promoción de sus libros. Actualmente, cuentan con cerca de 20.000 seguidores en X y 2.000 en Bluesky.
Más allá de la información sobre las palabras en desuso en cuestión, Casán ha ido aportando otros datos ortográficos, también a raíz de la respuesta que fueron recibiendo las publicaciones –el primer tuit acumula cerca de 400.000 visualizaciones, 1.000 retuits y 5.000 'me gusta'–. Después de que hubiera quien “echara en falta el punto y final” en algunas de sus frases, aclaró: “En este tipo de textos (párrafos centrados y separación por una línea blanca o varias) no es necesario ponerlo”.
La gran acogida del tuit sobre 'cuyo' motivó que siguiera la serie con 'undécimo'. Posteriormente, decidió politizar un paso más su iniciativa con la esquela de 'tabuco', que dedicó expresamente a “los propietarios que sangran a sus inquilinos, a los dueños de alquiler turístico y, en general, a todos los que han hecho que tener una vivienda digna en este país sea una odisea”. “Se ruega la lectura del artículo 47 de la Constitución por su alma”, pide.
El editor comenta que tabuco era una palabra que se usaba en el siglo XIX: “Galdós la utilizaba mucho”. “Se refiere a una habitación muy pequeña y quería hacer alusión a términos que se usan ahora para vender cuchitriles por un dineral: que si 'el pisito para solteros' o 'el trastero ideal para independizarte'”, describe sobre la nota de defunción que, según las respuestas que recibió, detectó que levantó alguna ampolla. “Cuanta más gente ve algo, más fácil es que entre algún desalentado”, lamenta.
Caspán prosiguió con su particular serie de esquelas, para abordar la defunción del 'conocimiento científico' en redes sociales, “a pesar de los esfuerzos de mucha gente”. Esta vez, incluyó entre sus familiares a “su esposa, la Universidad, y sus hijos, el CSIC, la Aemet, la Asociación Española de Vacunología”.
“Los divulgadores de historia que no han pisado un archivo en su vida, los terraplanistas, los creacionistas, los antivacunas, los negacionistas, los conspiranoicos y los tertulianos que opinan sobre el cambio climático y no distinguen un cirro de un cumulonimbo participan a sus amigos de tan alegre pérdida”, añadió en la comunicación. En ella avanzó que este grupo de personas actuarían en la fiesta que prevista para el pasado domingo, en la que actuarían los Chemtrails [vieja teoría de la conspiración, desmontada una y otra vez por la ciencia, que vinculan las estelas que dejan las aeronaves con supuestos daños sobre la salud y el medioambiente].
La última –por el momento– esquela publicada es de los 'buenos propósitos para el año 2024', a quienes ha definido como “padres de Apuntarme a un gimnasio. Leer el Ulises, Hacer deporte, Aprender inglés, Dejar de fumar, Leer el Quijote, Leer la Divina Comedia, Hacer dieta, Aprender alemán, Pasar más tiempo con la familiar” y más. “Sus hijos ruegan una oración por su alma y esperan que Los Buenos Propósitos para 2025 los adopten”, señala en su final.
“¿Cuántos buenos propósitos no cumplimos normalmente? Casi todos hacemos muchos y a finales de enero ya nos damos cuenta de que no los vamos a cumplir”, plantea Alfonso Castán. El editor, que bromea con que sus publicaciones “van a parecer las sesiones necrológicas de ABC”, asegura que las ha ido creando en función de lo que se le ha ido “ocurriendo”. Su plan es “tomarse un descanso”, que podría no cumplirse si continúan teniendo nuevas ideas con las que incrementar su ingeniosa colección de notas de defunción.