La confesión de Aldama no es cuestión de fe, ni siquiera de fe ideológica , por más que se haya convertido en la penúltima línea divisoria de la polarización española. En el Derecho y en la Justicia no hay más verdad que la demostrable, por lo que de poco o nada sirve ahora mismo confundir deseos con realidades, como hacen quienes creen de antemano al comisionista y quienes confían a ciegas en el cerrado desmentido de Pedro Sánchez. Lo que sí tiene a priori la declaración es verosimilitud, apariencia de veracidad, porque contiene autoinculpaciones de delitos graves –aunque la colaboración con el juez pueda funcionar como atenuante– y porque coincide bastante con hechos ya revelados por el periodismo y sostenidos...
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