Cambiar cómo se consume energía y, sobre todo, qué fuentes se emplearán para dar cobertura a las necesidades de la población mientras se reduce el impacto en el medioambiente es una de las piezas de base para un futuro sostenible. La Unión Europea se ha marcado varios objetivos en este terreno, en línea con las recomendaciones del Acuerdo de París. De entrada, se espera llegar a la neutralidad climática en 2050, pero ¿qué está pasando ahora mismo con el consumo de energía en Europa? Alcanzarlo, como recuerda el recientemente publicado 'Informe sobre el estado de la Unión de la Energía de 2024' por la Comisión Europea, implicará seguir trabajando. Para llegar a la reducción del 11,7% del consumo de energía que se ha marcado para 2030, será necesario doblar el trabajo. La calefacción o la eficiencia energética de los edificios son todavía agujeros negros en las proyecciones. El primer punto es positivo. La Unión Europea produce ahora mismo más energía renovable que en el pasado inmediato. Según señalan las conclusiones del informe, se están «batiendo récords» de capacidad. En el primer semestre de este año, la mitad de la producción eléctrica europea ya vino de fuentes renovables. La UE ya produce más energía eólica que la que genera usando gas. Los datos son parecidos a los que aporta la Agencia Internacional de la Energía (IEA), que indica en su último informe anual que la UE se ha convertido en una región líder en energías renovables. La geopolítica no es ajena a esta realidad: la crisis energética que siguió a la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha intensificado la agenda. Ahora mismo, calcula la IEA, por cada dólar que se invierte en energías fósiles, se invierten 410 en renovables en la UE. En total, la renovables se llevaron en 2023 (el último año del que hay números completos) 110.000 millones de dólares, un 6% más que en el año previo. El crecimiento del uso de las renovables tiene un impacto positivo en la huella de carbono comunitaria. Según los cálculos de la Comisión, las emisiones de efecto invernadero se han reducido en un 32,5% en la comparativa con 1990. Pero esta cifra difiere mucho de lo conseguido en el corto plazo reciente. En un contexto de subida de los precios del gas natural, tal y como señaló a principios de este año la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), en 2022 se registró una reducción del 2% de las emisiones de gases de efecto invernadero, impulsada por reducciones sustanciales en los sectores de la construcción y la industria, mientras que las emisiones procedentes del suministro de energía y del transporte experimentaron un aumento. Según el informe de la AEMA, para alcanzar el objetivo de reducción de emisiones de 2030, el ritmo de reducción anual de las emisiones de gases de efecto invernadero en Europa debería duplicarse con creces en comparación con el progreso anual observado desde 2005. «Es necesario que las emisiones se reduzcan más rápidamente, sobre todo en el caso de las procedentes del transporte por carretera, la construcción, la agricultura, los residuos y las pequeñas industrias», valoran. Estos datos ponen de manifiesto que queda mucho camino por recorrer y que las cosas no son todo lo sostenibles que podrían ser. Esto es, aunque las renovables suban, Europa todavía depende mucho de los combustibles fósiles. Se puede tomar como ejemplo a España para comprenderlo. En el país, el peso de las renovables ha crecido de forma notable en el consumo de electricidad, donde están por encima de la media europea. Las renovables supopen el 43% de la electricidad que se consume (frente a la media del 39,4% de la UE, en los datos del último año completo) y el 33% de la media española de 2010), pero esta cifra no se repite se analiza el consumo en general de energía. En el mix energético genera, solo son el 16,6% (frente al 12% de 2010). Europa está intentando reducir la demanda de gas (algo poderosamente conectado con la geopolítica) y también diversificar las fuentes de energía, apuntalando nuevas formas verdes como el hidrógeno renovable. Todavía existen muchos agujeros que lastran la reconversión del consumo de energía. Por ejemplo, a la Comisión le preocupa la competencia tecnológica (como la producción de baterías y demás elementos clave para la transición energética) o los potenciales riesgos geopolíticos futuros. Para conseguir llegar a esa neutralidad climática esperada para 2050 o incluso para los objetivos de 2030, el informe deja entrever que hay que aumentar la ambición y el ritmo de cambio. Por supuesto, Europa no está sola. El reciente informe 'Observatorio Mundial de los Mercados de la Energía 2024' de Capgemini advierte que alcanzar los objetivos del Acuerdo de París ya no es posible, pero que todavía hay margen de maniobra para llegar al cero neto. Los retos de la energía van de lo macro o la más micro. El parque de viviendas implica un elevado coste energético, que no siempre es verde. Los datos españoles sirven de ejemplo: el 60% del consumo de energía residencial se va a la calefacción y el aire acondicionado, donde solo el 20% es renovable. Es también en esos terrenos donde se ven las brechas de acceso. A pesar de todo, los precios de la energía han subido en Europa en los últimos años. El propio informe de la Comisión señala que el coste para el consumidor final de la electricidad es entre 2 o 3 veces más elevado que en Estados Unidos (y que «tradicionalmente» era de entre 1,5 y 2) y del gas entre 3 y 6 veces más (cuando lo era del 2 a 3). Esto puede tener un impacto en la competitividad europea, advierte el informe, pero también implica más coste para la población. Un 10,6% de la población europea no pudo mantener su casa caldeada en 2023, una subida de 1,3 puntos porcentuales frente al año precedente. Es pobreza energética , que se dispara en España y Portugal frente a la media europea. Ambos países son líderes: la padece un 20,8% de la población. En el caso español, supone una subida de 6,6 puntos porcentuales más que en 2021 y 10,7 más que en 2017.