Todo arrancó en 1954. Por entonces, la legislación chilena exigía que los edificios de entidades públicas y construidos con fondos estatales destinaran al menos uno de sus espacios para el desarrollo de las culturas.
Sin embargo, el primer destino de la Sala Antonio Varas, construida como parte de la infraestructura del Banco Estado, no estaba precisamente ligado al teatro. “Se construye esta sala con el objetivo de constituirse en el cine persa”, recapituló en conversación con Radio y Diario Universidad de Chile el director y dramaturgo Rodrigo Pérez.
“Hasta ese momento, el Teatro Nacional Chileno (TNCH) funcionaba en distintos lugares. Se va a hablar con Pedro Aguirre Cerda y se le pide que ceda ese lugar al Teatro Nacional, y Pedro Aguirre Cerda dice ‘por supuesto'”, sumó sobre el origen de la emblemática alianza entre el edificio y la compañía nacida en el seno del Teatro Experimental de la Universidad de Chile. Desde entonces, la Sala Antonio Varas se transformó en uno de los epicentros de las artes escénicas nacionales, con una inauguración que tuvo a la obra “Noche de Reyes” -un clásico de William Shakespeare– como el montaje debutante.
Hoy, siete décadas después, el famoso cuento del escritor inglés vuelve a las tablas del TNCH para conmemorar su llegada a Morandé 25 bajo la dirección de Pérez. “Esta obra tiene una particularidad, y es que, en su momento, se usa una versión nuevita que existía del poeta español León Felipe. Una versión que se había estrenado, tengo entendido, en México, donde León Felipe vivía el exilio, y que está escrita al modo del teatro español, en el sentido del verso libre y del lenguaje”, contextualizó el dramaturgo.
“La razón para hacer esta conmemoración con la misma obra es obvia: volver a repetir ese montaje ícono de hace 70 años atrás. Una obra -y esto es súper hermoso- que dentro de su elenco de 14 actores, tenía recién salidos de la escuela a Gustavo Meza haciendo de paje y a Delfina Guzmán haciendo de doncella. Papeles chiquititos, los extras del momento, como quien dijera”, agregó Pérez sobre el valor de esa primera puesta en escena, y cuyo reestreno se podrá disfrutar en la cartelera del teatro hasta el 30 de noviembre.
Al margen de lo anterior, el director también reconoce otras motivaciones que llenan de significancia el trabajo realizado por estos meses: “Esta vez son ocho los actores que están en el escenario. Y eso me permitía que no solamente la obra fuera el homenaje, sino que la puesta en escena lo fuera. Vale decir, develar la estructura de la sala, mostrar la parte de atrás del escenario. Porque finalmente, en mi caso particular, siempre intento rendir algún tipo de homenaje al oficio del actor. Porque finalmente es el actor el que da la cara. Y es el oficio del actor el que ha sostenido este teatro durante 70 años”.
“La idea era mostrar la trastienda y el trabajo del actor interpretando distintos roles“, sumó Pérez sobre el rol de los artistas, quienes, además, tomaron cada uno el papel de un bufón en distintos momentos de la historia. “La importancia de esta obra está en varios niveles. Por una parte, es reproducir la obra original con que se montó, y en la entrada del teatro hay unos vestuarios en exhibición que son del montaje original”, explicó el director.
“Pero, por otra parte, nos permite rendir homenaje a aquello que sostiene el oficio del actor, al teatro, y que son los actores, quienes ponen la cara por uno, que es el director, por el escenógrafo que diseñó todo”, añadió. Aunque, de todas formas, también releva las virtudes propias del texto traducido por León Felipe.
“Es una obra muy buena. De alguna manera, recupera el espíritu de los grandes teatros, de los teatros universitarios, en el sentido de volver a permitirse hacer clásicos. Y además, en una versión que poéticamente, en términos de su lenguaje, nos permite entrar en una estructura comunicativa que a mí me parece que es súper interesante. Porque uno dice: ‘Dios mío, no voy a entender nada’. Y al poco andar estás metido dentro del cuento y comprando, entre comillas, el lenguaje”, reflexionó sobre la decisión de mantener el habla original.
Hecho que tampoco hace excluyente una serie de permisos relacionados con el uso del lenguaje que, por otro lado, ejercen como una ventana para explorar la veta humorística del guion: “La gracia que a mí me permite mostrar el oficio del actor es jugar con el lenguaje que la misma obra propone. Tener poquitas pero contundentes bajadas del lenguaje clásico español al nuestro, al chileno, diciendo ‘me le nota’, por ejemplo. El clásico y la comedia, en términos históricos, tiene y está llena de picardía que tiene que ver con la sexualidad”.
En todo esto, el director también rescata ese impulso de reconectar con los clásicos del teatro. “La definición del clásico no es solamente, en términos teóricos, la duración en el tiempo. Ser clásico es más que eso. De alguna manera, el haber durado en el tiempo lo explica, pero lo ha hecho porque toca temas que, de alguna manera, son resonantes no solamente con el personaje, sino con la condición humana”, aseguró Pérez.
“Si yo hablo de ‘Edipo‘, que es un clásico, es porque toca temas que son atingentes a la condición humana. No es ese pobre caballero Edipo que lo pasa tan mal. Es algo que la condición humana tiene. Aquí está puesto en juego el deseo erótico confundido. Tiernamente también, porque tampoco es una comedia sexual. Y eso, que igualmente habla de la condición humana, es muy contemporáneo. Es algo que está siendo tematizado permanentemente en la vida cotidiana, ese límite borroneado de los géneros que, finalmente, es la huida al binarismo”, sumó el director, afirmando que “eso es la cultura contemporánea”.
“Ahora, los clásicos, en este caso, recogen también eso, que es parte del espíritu de esta época. Finalmente, es una muy buena idea del Teatro Nacional para dar permiso a que estos textos vuelvan a ocurrir, vuelvan a tomar cuerpo. Y vuelvan a hacerlo de un modo contemporáneo. Está hecho de modo que uno reconoce la obra perfecta, no hay ni una escena agregada, pero la visualización de la puesta en escena es contemporánea, desde ahora. Sigue siendo una obra súper vigente y actual“, concluyó el dramaturgo.