Los misiles balísticos intercontinentales (ICBM) representan una de las armas más letales y estratégicas desarrolladas por las potencias mundiales. Con la capacidad de transportar ojivas nucleares a distancias superiores a 5,500 kilómetros, estas armas son consideradas pilares de la disuasión nuclear. Más allá de su alcance global y su precisión devastadora, los ICBM no solo amenazan con borrar ciudades enteras del mapa, sino que también generan impactos ambientales significativos al vulnerar la atmósfera durante su trayectoria.
El diseño de estas armas, optimizado para la máxima destrucción, combina tecnología avanzada con la capacidad de alcanzar velocidades hipersónicas, dificultando su intercepción. Además, el impacto de un ataque con ICBM no se limita al área objetivo, ya que los efectos secundarios, como la radiación y la contaminación atmosférica, pueden extenderse a cientos de kilómetros. Así, estas armas no solo representan un riesgo para la estabilidad política global, sino también para el equilibrio ambiental del planeta.
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Un misil balístico intercontinental (ICBM) es un proyectil de largo alcance diseñado para transportar cargas explosivas, generalmente ojivas nucleares, a distancias superiores a los 5,500 kilómetros. Su funcionamiento se basa en una trayectoria balística, lo que significa que, tras ser lanzado, asciende fuera de la atmósfera terrestre, viaja por el espacio suborbital y luego reingresa a la atmósfera para impactar en su objetivo. Este tipo de misil es un componente clave en las estrategias de defensa y disuasión nuclear de las potencias mundiales.
El ICBM se compone de varias etapas de propulsión, generalmente de combustible sólido o líquido, que se activan sucesivamente para alcanzar el alcance deseado. Estas etapas se desprenden a medida que su combustible se consume, optimizando el rendimiento del misil. Durante su vuelo, el ICBM puede transportar sistemas de ojivas múltiples e independientes (MIRV), lo que le permite atacar varios objetivos a la vez. Con velocidades que superan los 24,000 km/h (Mach 20), estos misiles son extremadamente difíciles de interceptar.
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La Unión Soviética lanzó el primer ICBM en el mundo en 1957, marcando el inicio de una nueva era en la tecnología militar y en la carrera armamentista de la Guerra Fría. Este misil, conocido como R-7 Semyorka, demostró la capacidad de transportar ojivas nucleares a largas distancias, superando los 5,500 kilómetros, lo que consolidó a la Unión Soviética como una potencia nuclear.
Este hito incentivó a otras naciones, como Estados Unidos, a desarrollar y perfeccionar sus propios ICBM, dando lugar a una carrera por la supremacía militar que aún persiste en la actualidad. Desde entonces, países como Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, India y Corea del Norte desarrollaron arsenales de ICBM, considerados piezas clave en sus estrategias de disuasión nuclear.
Recientemente, los ICBM fueron noticia debido a su empleo en conflictos y pruebas de armamento. Rusia lanzó un ICBM contra Ucrania en medio de crecientes tensiones internacionales, utilizando un misil balístico que generó alarma por su poder destructivo y las implicaciones geopolíticas. La capacidad destructiva de estas armas sigue siendo una herramienta de disuasión.