El pasado domingo 17 de noviembre, la parroquia 'San Antonio Abad' de El Toboso ( Toledo ) vivió una jornada histórica, aunque triste y desalentadora entre todos los fieles y habitantes de este pueblo. Con una misa de acción de gracias, celebrada en la iglesia del convento de la Concepción y San Benito, la parroquia despidió a las hermanas pobres de la Orden monástica de Santa Clara , «las clarisas». Aunque una hora antes la iglesia conventual se llenó de fieles, bienhechores y amigos del convento, la celebración de la eucaristía comenzó a las 17.00 horas y estuvo presidida por el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves. Era la primera vez que el obispo diocesano visitaba tanto el convento como el pueblo desde que tomó posesión de la diócesis primada, el 29 de febrero de 2020. Junto con el arzobispo concelebraron en la misa el provicario general y vicario episcopal para la vida consagrada, Raúl Muelas; el vicario episcopal para La Mancha y párroco de Villacañas, Luis Lucendo, quien además tiene raíces toboseñas; el arcipreste y párroco de Quintanar de la Orden, Ángel Manuel Salazar; el párroco de El Toboso, y hasta ahora capellán de las Clarisas, Juan Miguel Romeralo Santiago; y los sacerdotes naturales de El Toboso, Juan Antonio Collado (párroco en Quero), y José Benito Gallego, perteneciente a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Por parte de la orden franciscana también concelebraron el padre Franciscano Miguel Álvarez, de la fraternidad de Alcázar de San Juan (Ciudad Real); los padres Amancio Pérez, Juan Pedro Ortega y Jose Luis Criado, de la fraternidad de Alcorcón (Madrid); y José Méndez, religioso de la tercera orden regular en Quintanar de la Orden (Toledo). En su homilía, y tras una breve presentación, el arzobispo exhortó a los presentes con estas tres ideas. Gratitud, «por los años que la comunidad de clarisas ha permanecido en El Toboso desde que se fundara, allá por el año 1515, primero como beaterio franciscano. Y esta gratitud se expresa en la cantidad de religiosas que han pasado por este monasterio y la ofrenda de su vida según el carisma de Francisco y Clara de Asís». Tras la bendición final del obispo fue el turno de intervenciones para los agradecimientos. Sor María Isabel Zabala, de la comunidad de Clarisas de El Toboso, fue la primera en hablar. Junto a ella, el resto de sus hermanas sor Blanca Lila, sor María Dolores y sor María Rosario, quienes estaban acompañadas de la madre María Teresa Domínguez, madre Ana María Theruvikkal y madre Magdalena Hernández, las tres superioras de los conventos de Badajoz, El Zarzoso (Salamanca) y Rapariegos (Segovia) donde irán las monjas toboseñas a partir de este 30 de noviembre, día en el que se cerrará el convento. «Aunque humanamente nos duela separarnos de vosotros y dejar este convento, damos este paso con paz sabiendo que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que aman y que lo importante es hacer su voluntad», dijo sor María Isabel Zabala. Y añadió que la situación que estaban viviendo en los últimos años «ha sido muy precaria, entre otras cosas porque las hermanas mayores han ido marchando a la Casa del Padre y las nuevas vocaciones no llegaron . Es esto lo que nos lleva a tomar esta dura decisión, no sin antes, haber buscado otros medios, y haber luchado por mantener la presencia del carisma franciscano-clariano en este lugar«. las monjas agradecieron a todos, los presentes y los ausentes, las muestras de cariño que han recibido siempre, las atenciones, oraciones, generosidad, «vuestro compartir la fe a través de las distintas celebraciones que hemos vivido juntos en esta capilla, la asistencia espiritual que nunca nos ha faltado, ni durante la COVID; tantos y tantos detalles y cuidados con nosotras que han hecho posible llegar a este momento con gratitud y esperanza». Finalmente, la alcaldesa de El Toboso, Pilar Arinero Gómez, dijo que «no sabía si sería oportuno tomar hoy la palabra, pero en parte lo veía necesario. Bien es cierto que lo que puedo decir es sabido por las hermanas y por todos los que hoy estamos aquí. He de manifestar, en mi nombre y en nombre de todo el pueblo al que represento, el profundo cariño que les tenemos y el agradecimiento por toda la labor religiosa que han desarrollado desde hace más de 500 años. Con su labor callada y con sus oraciones, nos han mantenido como pueblo y nos han permitido estar un poco más cerca del Señor». Para Arinero, la comunidad, «y no me refiero solo a la edificación, sino a la parte humana; me refiero a estas religiosas que han pasado por aquí durante todos los años de su existencia. A las primeras fundadoras. A las que se encargaron de su reconstrucción después de la guerra civil, que se mantuvieron firmes en la fe a pesar de los episodios tristes y violentos de nuestra historia. Y a estas últimas que con tristeza hoy se despiden , pero a la vez con resignación y con alegría de cumplir la misión encomendada«. En su opinión, la comunidad ha sido un pilar fuerte y un ejemplo de perseverancia y vocación y fe para todos. «Han sido a veces también esa palabra reconfortante, especialmente de la madre sor María Dolores, como es en mi caso, que te empujaba en momentos difíciles. Han sido una institución para este pueblo y también para todos los de alrededor. A la misa de abajo, como también era conocida, acudía gente de todo el pueblo, no solo los vecinos más cercanos. Además de numerosas personas de Miguel Esteban, Quintanar, y de otros pueblos», añadió. «Sus pelusas y demás dulces han sido un referente también y un recurso turístico que hacía que muchas personas, a la vuelta a su lugar de origen, guardasen ese recuerdo dulce y santo de su visita a El Toboso. El que esta Comunidad de hermanas Clarisas o 'Franciscanas', como aquí también las hemos llamado, se cierre, supone una amputación en el cuerpo que forma El Toboso y como tal la hemos sentido todos los vecinos de este pequeño pueblo. Debemos comprender que, dentro de la Iglesia, como en cualquier otro organismo, hay un protocolo y unas normas básicas de funcionamiento, que desde fuera a veces no se entienden. A eso se suma la falta de vocaciones religiosas y más aún de clausura. Para nosotros va a suponer una gran pérdida. Las hermanas son conocedoras de nuestra pena y descontento, y entendemos que el señor arzobispo también lo entenderá. Pero, si no ha habido otra posibilidad para mantener el convento abierto, lo aceptamos sin más, con humildad«, concluyó.