Casas Viejas está en la memoria trágica española por los sucesos ocurridos en este pueblo gaditano durante la Segunda República, cuando una revuelta anarquista fue sofocada a tiros por las fuerzas del Estado por orden del Gobierno de Manuel Azaña. Hubo más de veinte muertos y una mancha que no se borró nunca. «Benalup-Casas Viejas es un lugar maravilloso, un pueblo blanco muy bonito y, sobre todo, con unas personas muy trabajadoras y solidarias. En este pueblo todo gira en torno a la familia, somos de aquí, y nos sentimos parte de este espíritu familiar y de generosidad», asegura David Castaño, de Tintefish, una entidad sin ánimo de lucro, con años de experiencia en proyectos sociales y que está ahora trabajando con el fútbol como herramienta para el desarrollo y la sociabilidad en Benalup-Casas Viejas.
«Somos expertos en deporte en general y fútbol en particular. Hay algo muy especial y único que pasa con el fútbol; en cualquier lugar del mundo, estés donde estés, sacas un balón, lo pones a rodar y antes de que te des cuenta estarás rodeado de niños que quieren ponerse a jugar contigo», asegura Castaño.
Lo sabe bien porque una de sus experiencias es en Bután donde, con la Fundación Real Madrid, tiene un proyecto desde hace tres años con una escuela sociodeportiva con alrededor de 80 niños que viven en monasterios budistas en aquel país del sur de Asia. El fútbol es el modo más rápido y sencillo de crear comunidad, de conseguir lazos y lograr un desarrollo educativo entre los niños y niñas que lo practican. «Las personas acuden a nosotros para que les enseñemos a jugar; gracias a esos niños podemos realizarnos y cumplir nuestra misión de compartir algunos momentos de felicidad. Ellos, a su vez, se benefician de los valores positivos que practicamos y juntos crecemos».
En Casas Viejas, un lugar donde la historia pesa bastante más que en otras zonas de España, la Familia Tintefish sintió que había una situación social en la que había un espacio significativo para poder trabajar y crecer. Observaron una «altísima disparidad entre niños y niñas a la hora de realizar tanto actividades deportivas, culturales como sociales».
En 2021 comenzaron con la primera piedra del plan: fue el «primer proyecto sociodeportivo de fútbol integrado por 21 niñas entre 11 y 17 años, las cuales se beneficiaron de la igualdad de oportunidades, mejorando su salud y rendimiento académico». Duró algo más de un año y fue la semilla para que muchas de aquellas niñas se apuntaran después a equipos de fútbol federados. El primer paso, la alegría de jugar, de sentirse parte de una familia deportiva fue con Tintefish. «Nosotros elegimos alejarnos de la competitividad que tiene como objetivo ganar a otros equipos o a otros niños con los que juegan», cuenta David a este periódico.
«Tintefish no juega contra nadie para ganar o perder; Tintefish juega con otros niños para divertirse, y ciertamente uno se lo puede pasar muy bien como padre y como aficionado observando el esfuerzo, compañerismo, empatía con cualquiera que juegue con nosotros. De esta manera intentamos no regar las semillas del ego, entendido como “yo marco gol” o “yo tiro un penalti”. De hecho, les pedimos a los niños que intenten no hacer faltas de manera voluntaria, pues la seguridad y salud son clave para la obtención de la felicidad», asegura.
El segundo paso llegó en febrero de 2022, «con la creación de escuelas sociodeportivas para niñas de 6-8 años, a las que se sumaron en abril niñas de 10-11 años». Que el espíritu deportivo y solidario iba avanzando se demuestra en que las monitoras eran las chicas adolescentes que estaban en el primer proyecto y eran ellas quienes ejercían como líderes y asumían roles de responsabilidad. «Enseñamos para enseñar. A través de esta integración se mejora su salud física y mental, además de las habilidades sociales y de conducta», dicen en Tintefish.
El tercer paso comenzó el pasado mes de septiembre «y forman parte cerca de 30 niñas de 8 a 12 años y un grupo nuevo con 12 niñas de 6-8 años de edad. Este grupo ha sido formado por las propias madres de las niñas, confiando así en el modelo sociodeportivo Tintefish, el cual riega las semillas positivas que todos tenemos (amor, compasión, implicación, generosidad, empatía, trabajo en equipo...) mediante la práctica de valiosas actividades con fondo y sentido». Trabajan en sesiones semanales, dinámicas y variadas, para mejorar la creatividad y psicomotricidad.
Pero para lo que trabajan es para ver cómo las niñas pierden el miedo y piensan más en el futuro que en el pasado, para ver cómo el fútbol, de verdad, hace su magia. En Casas Viejas, el fútbol es mucho más que goles.