Paso una mañana cerca de la frutería y me sorprende una gran bandeja con un cartel que dice: «Uvas Zambrano». Al punto acude a mi mente María. Cuando volvió a España fui a verla con Rafael Martínez Nadal, y pronto sola. Nuestra filósofa inició su amistad conmigo de manera esotérica, hablaba con enigmas: de la luz, de la resurrección, de la voz, del alba. Era como una sibila, adivinaba los puntos del discurrir mental del otro e iba a más, tocaba entraña e intelecto: era la gran Maestra. Acerquémonos pues a la palabra en sí, «Zambrano», que abarca su apellido. No por azar deriva del árabe hispano, de zámra, y ésta, a su vez, del clásico 'zamr', «tocata», es decir,...
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