Ando estos días en asombro constante por una circunstancia clínica: la operación de cataratas que te rescata de un mundo desenfocado, de aristas inexactas, multiplicadas, y de distancias inciertas y amenazantes. Un mundo emborronado por rostros casi reconocibles, como pintados por Bacon . Y de pronto y con suerte vuelves al reino de la nitidez y ocurre algo muy extraño, que bien podría compararse con una iluminación, o un deslumbramiento (gafas de sol aparte): llegas a la conclusión de que la exactitud está directamente relacionada con la emoción. Hay una sincronía matemática de los sentimientos exactos, porque si son abstractos gastan paletas imprecisas, queman menos y te conmueven tanto como billetes bien falsificados. No existe sólo la agudeza de la...
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