Podríamos decir que, por los resultados observados en los últimos procesos de selección de candidatos a puestos públicos, son puras simulaciones para darles un baño de democracia y con ello disfrazar las imposiciones que se hacen desde Palacio Nacional, como fue el caso de la reelección de Rosario Piedra, en donde seguirá cobrando como titular de la CNDH y en unos días la imposición de Bertha Alcalde Luján como fiscal general de la capital del país, no obstante que se simula todo un escrupuloso proceso para determinar a los tres mejores perfiles, de los cuales Clara Brugada escogerá al que más le convenga.
Lo mismo ocurrirá con los flamantes ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que serán incondicionales del oficialismo, aunque para taparle el ojo al macho, resultarán ganadores de la elección popular a celebrarse el próximo año.
El desinterés en la elección de jueces, magistrados y ministros, mostrado por los abogados, responde precisamente a que saben que el proceso de origen está viciado y será manipulado para seleccionar aquellos perfiles más convenientes a la autocracia.
Es tal el desaire que la preocupación por parte de la presidenta y sus asesores jurídicos es evidente, por lo que ya presionan a los gobernadores de Morena y rémoras para que impulsen a sus coterráneos con estudios jurídicos a participar en la elección.
El oscuro y siniestro Arturo Zaldívar acusó a jueces por inhibir la participación de trabajadores del Poder Judicial sin mostrar prueba alguna, lo que ocasionó la molestia de los propios juzgadores y personal de apoyo.
El INE ha mostrado preocupación por carecer de los recursos presupuestarios suficientes; se habla de 14 mil millones de pesos para organizar los comicios en todo el país, mientras que Claudia Sheinbaum advirtió que esa cantidad era demasiada, entonces, para qué tanta farsa, si el resultado ya lo conocemos desde ahora.
Sería mejor cancelar la elección y que desde la oficina de la presidenta emitan la lista de los nuevos ministros de la Corte, de los magistrados y los titulares de los juzgados más relevantes; así se ahorrarían esos millones de pesos y se evitaría la pena de pasar por el desencanto que representa la abstención y el escaso número de participantes al proceso electoral.
El Instituto Electoral de Guadalupe Taddei está alineado a la 4T y, en esa lógica, será mejor dejar en paz la elección y pasar a cosas más serias y relevantes, como las elecciones intermedias o el proceso para la gestación de nuevos partidos políticos, o más aún, la próxima revocación de mandato.
Al oficialismo ya se le hizo bolas el engrudo con la elección producto de la reforma judicial de AMLO, por lo que aún es tiempo de dejar las cosas por la paz y dejar que la presidenta nombre a los nuevos juzgadores.
En el pasado sexenio, la simulación fue el modus operandi para esconder su talante autoritario al justificar sus acciones con consultas populares a modo, como fue el caso de la cancelación del aeropuerto de Texcoco, o la misma revocación de mandato del presidente y, qué decir, del destape de la corcholata. Puro tango para ocultar el autoritarismo del presidente en turno.
Bueno, pues lo mismo ocurre con Sheinbaum, que está obligada a seguir el recetario de la autocracia que contiene una pincelada democrática en sus más relevantes decisiones con la finalidad de ocultar su autoritarismo, tal como lo recomienda el Foro de São Paulo a sus miembros más prominentes del continente americano como son Cuba, Venezuela, Nicaragua, Brasil, Colombia, Chile y, por supuesto, México, entre otros.
Veremos qué va a pasar luego de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca y se aboque a desmantelar al “cártel de los enemigos de la democracia”.
Mientras ese momento llega, se continúa con la labor de destruir todo el andamiaje institucional que dejaron los gobiernos priistas y panistas para fortalecer el orden constitucional, la separación de poderes, el federalismo, la democracia, los contrapesos al Poder Ejecutivo y el pleno respeto a los derechos fundamentales de los mexicanos.
Cuánto le han costado al país esos absurdos e inútiles ejercicios de democracia participativa como la elección por voto popular de los juzgadores y que, a la postre, solo son para tapar el sol con un dedo y pretender ocultar el verdadero rostro al autoritarismo.
El lobo con piel de oveja. La autocracia se disfraza con supuestas acciones democráticas para justificar sus atropellos.