El retablo cerámico de Nuestro Señor Resucitado ya luce reparado, como antes de los daños que sufrió en agosto. El artesano y ceramista Javier Ayala , vecino del barrio de Santa Marina, ha sido el encargado de subsanar los desperfectos en el azulejo que está bajo el dedo índice de la mano izquierda del Señor. La hermandad del Resucitado informa en sus redes sociales de la vuelta a la normalidad y agradece el «ofrecimiento y disposición a la hora de restaurar la obra» por parte de este artista en la pieza que recuerda el 25 aniversario de la imagen de Nuestro Señor Resucitado. Este fragmento ha recobrado la misma tonalidad que tenía antes del suceso, en colores grises y degradados. Javier Ayala, hijo del pintor Juan Manuel Ayala, es el joven artista especialista en los azulejos de diferentes épocas que no dudó en salvaguardar la cabeza rota del San Rafael del Triunfo de la plaza del Alpargate y la entregó a la Policía tras los estragos que causó la borrasca Bernard, en octubre de 2023. En agosto pasado la cofradía del Resucitado denunció a la Policía el acto vandálico del que fue objeto este altar instalado en la plaza del Conde de Priego, frente a la parroquia de Santa Marina sobre la fachada septentrional del antiguo convento de Santa Isabel. La corporación lamentó en aquel momento la agresión que había sufrido este elemento de su patrimonio con algo lanzado con fuerza que impactó en el azulejo, que es objeto de devoción, y supuso un daño sentimental a esta devoción, pues se le encienden velas y se le reza a diario. Fue un hermano el que se dio cuenta de lo sucedido en verano y la cofradía se puso en marcha para solventar lo antes posible los daños de una manera parcial, y desde el primer instante tuvieron claro que no era un desprendimiento. El retablo cerámico, bendecido en octubre de 2014, lo realizó el ceramista sevillano Emilio Sánchez Palacios, con diseño del cordobés Rafael de Rueda por el 25 aniversario de la hechura de la imagen del Señor, cuando era hermano mayor Manuel Murillo . Se concibió incluyendo una hornacina que se integra armónicamente tanto en el antiguo convento como en la plaza con azulejos individuales de 20 por 20 centímetros.