A media mañana del pasado 10 de octubre, a medida que voy viendo el vídeo de Rafael Nadal, donde anunciaba su despedida como tenista profesional, me van invadiendo un torrente de emociones: sorpresa, tristeza, alegría, nostalgia, admiración... Entonces lo voy repitiendo una y otra vez, prestando mucha atención a cada una de sus palabras. “Me voy con la tranquilidad absoluta de haber dado el máximo y de haberme esforzado en todos los sentidos”, dice. Qué gran verdad esta afirmación de Rafael, con la cabeza bien alta y con la autoridad de alguien plenamente convencido de lo que dice.
En agosto del 2003 acompañé a Rafael Nadal al que fue su último torneo de la categoría Challenger, en El Espinar, Segovia. Rafael tenía 17 años, estaba clasificado el 50 de la ATP, venía de jugar sus primeros torneos ATP en tierra, siendo el de Umag, Croacia, el último justo la semana anterior, en donde alcanzó las semifinales de individuales perdiendo precisamente contra su amigo Carlos Moyà.
La adaptación al Challenger no fue nada fácil viniendo de unas condiciones totalmente diferentes. El Espinar está situado a más de mil metros de altura sobre el nivel del mar y las pistas son duras, bastante rápidas, mientras Umag está al mismo nivel del mar y las pistas son de tierra y bastante lentas.
Su partido inicial en El Espinar fue complicado, a tres sets, teniendo que armarse de mucha paciencia y mucha humildad. En El Espinar en pleno agosto daba el sol de lo lindo, azotando más que nunca en el entreno que hicimos a las 12:00 horas, el día después del debut de Rafael. En un descanso del entreno le hice una reflexión a Rafael. Si quería ayudarle debía hacérsela, aunque no era fácil a alguien que precisamente destacaba por su entrega y que tal y como iba evolucionando su carrera lo normal era que recibiera elogios.
Le dije: “Rafel, en el partido de ayer por primera vez percibí algo que nunca antes había visto en ti, hubo alguna bola en algún punto que no la luchaste hasta el límite, como siempre haces tú para intentar llegar y devolverla, aún sabiendo que es imposible alcanzarla. Me sorprendió que no arrancases a por ella como siempre”. Rafael, no negándomelo en ningún momento, me dio su razonamiento de por qué pudo pasar esto: “Colombo, llevo varias semanas compitiendo en torneos ATP en tierra, ando bastante cansado, en este Challenger las condiciones son diferentes, igual ni tendría que estar aquí, pudiendo estar en casa, en la playa de Porto Cristo con mis amigos, pero adquirí el compromiso de venir en su momento y lo más honesto y más sensato siempre que pueda es cumplir mis compromisos y en parte por eso estoy aquí”.
Le respondí que le entendía perfectamente, que era lo normal no luchar esas bolas y más aún en estas condiciones que él me estaba exponiendo. Le expliqué que únicamente se lo comentaba porque el luchar y arrancar siempre en todas las bolas era una de sus principales señas de identidad y lo que, entre otras cosas, hacía que su tenis fuera especial, añadiéndole: “Gracias a ese empeño tuyo constante por llegar a todas las bolas, consigues terminar llegando a bolas impensables”.
Rafael, después de un momento de silencio, cuando ya le estaba dando la espalda volviéndome al fondo de la pista, hizo el click deseado y reaccionó de forma fantástica. “Colombo tienes toda la razón, gracias por la reflexión y tranquilo que no lo volverás a ver; seguiré luchando, dando mi máximo, esforzándome como siempre en todas las bolas”. Y así puedo afirmar rotundamente que ha sido durante toda su brillante carrera.
“No he sido capaz de jugar sin limitaciones”, nos dice también Rafael en su vídeo de despedida, refiriéndose principalmente a sus últimos dos años. Cuánta admiración siento una vez más por su persona al oír estas palabras, en las que Rafael como siempre se responsabiliza totalmente de sus actos. Incluso de los que él no controla, sin buscar excusas ni lamentaciones externas, cuando sería lo más normal al haber tenido que convivir durante este último trance de su carrera con lesiones a consecuencia de su edad y del desgaste acumulado.
Me alegra enormemente que haya podido escoger el escenario deseado para despedirse en pista, la fase final de la Copa Davis, en donde precisamente hace ahora 20 años disputó su primera final representando los colores de España, a los que tanto respeto les tiene. Qué nostalgia siento al recordar algunos momentos 20 años después. “Colombo, no te vayas a dormir aún, que en un rato te llamo, tengo algo que contarte”. Me quedé expectante al recibir este mensaje de Rafael, un miércoles a la noche, encontrándose él en Sevilla, en el ecuador de la concentración del combinado español. Intuía que era algo bueno, pero algunas dudas tenía, con lo cual a la vez me quedé preocupado. Al rato sonó mi teléfono, era Rafael. “Colombo han venido los capitanes y me han dicho que contaban conmigo para los partidos de individual”, me exclamó. Estaba eufórico, había conseguido su objetivo a corto plazo en aquel momento: el que los capitanes se decantasen por él a pesar de su juventud, frente otros grandes jugadores más veteranos y con más experiencia.
A medida que lo iba asimilando, me iba transmitiendo la inmensa responsabilidad que le empezaba a invadir por estar a la altura de la acción encomendada por los capitanes: “Desde que llegué hace unos días en la concentración del equipo estoy luchando por ganarme ese puesto, pero ahora que sé que cuentan conmigo, estoy empezando a sentir una enorme responsabilidad”. “Tranquilo, Rafael, si cuentan contigo es porque estás preparado para ello, ya lo verás”, le comenté. ¡Y así fue!
No quiero terminar este escrito sin expresar lo afortunado que me he sentido siempre de haber podido vivir momentos maravillosos junto a Rafael, que nunca olvidaré. Quiero agradecerle enormemente tanto a él, a su padre y principalmente a su tío, el haber contado conmigo para acompañar en algunos torneos, en una etapa tan bonita como la transitoria de júnior a profesional, a alguien con una carrera tan exitosa como inimaginable, como él mismo dice en el vídeo de despedida. Así que sólo puedo terminar diciendo mil gracias familia Nadal.