El comercio de la calle San Bernardo, uno de los decanos del sector en Madrid, busca local porque un fondo de inversión ocupará su espacio a partir de abril
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La turistificación que invade el centro de Madrid hará desaparecer una de las esquinas más conocidas para cualquier amante de los cómics. La tienda de Elektra abandonará la próxima primavera su local de alquiler de San Bernardo con la calle Estrella, empujada por una oferta inalcanzable de un fondo de inversión, que quiere transformar este espacio en pisos turísticos.
El anuncio del traslado lo hicieron los responsables del propio negocio esta semana, con una publicación en redes sociales en la que advertía que “pronto tendremos que empezar a vernos en otro lugar”. Aunque su futuro ya lo conocían desde el pasado mes de mayo, cuando unos arquitectos entraron en el local con la excusa de hacer unas mediciones para la inspección técnica del edificio. En realidad, estaban calculando cuántas camas cabrían dentro: “A los pocos días nos llamó la propiedad para decirnos que tenían una oferta de un fondo de inversión por el local y que si no igualábamos, se lo iban a dar”, explica Alberto Simón, fundador del negocio.
“No podíamos competir con eso”, recuerda. La oferta duplicaba lo que ahora pagan por el alquiler, por lo que no tenían otra alternativa que el exilio. Un traslado que han mantenido en secreto hasta ahora, cuando se han decidido a hacerlo público para explicar algunas faltas de suministro en su abundante catálogo. “Nos iremos a un sitio más pequeño y tenemos que caber”, explica mientras aclara que su destino es todavía incierto y que se plantean abandonar Malasaña, el barrio que acogió su tienda desde sus inicios (primero abrieron en la calle Pozas y luego en Pez, antes de llegar a su tienda actual). El objetivo es encontrar un local que se ajuste a sus necesidades “dentro de la M-30”.
Mientras cuenta su situación, Alberto va narrando cómo este barrio del centro de Madrid ha ido entregándose al turismo y a las franquicias ante sus ojos. Primero lo presenció en el edificio de oficinas donde todavía aguanta Elektra, el número 20 de la calle San Bernardo, a un paso de la Gran Vía: “Empezaron a abrir pisos turísticos ya antes de la pandemia, pero no pensaba que iban a llegar hasta nuestro local”, recuerda. También lo ha ido comprobando con los locales que van desapareciendo alrededor hasta no quedar casi ninguno y cita los que fueron perdiéndose en la calle Pez, como la centenaria La Moda o el Beringola, dedicado a fotos para las orlas de la universidad.
“El comercio ha cambiado muchísimo, yo lo comparo con cuando llegaron los centros comerciales a Madrid. Mi padre era tendero en una tienda de alimentación, al lado del Retiro, y vivió un shock cuando aparecieron las grandes superficies con horarios ininterrumpidos y los domingos abiertos”. Ahora el cambio viene de la mano de internet y de Amazon, “que está barriendo el comercio al por menor y lo va a barrer del todo, porque no se puede competir con eso”, dice con pesimismo, reconociendo que el modelo de entregar un producto gratis al día siguiente en tu casa es algo que no pueden compensar con la dedicación y profesionalidad del comercio tradicional. “Todas las tiendas pequeñas van a terminar desapareciendo porque el padre que lo lleva, que ya es mayor, se jubila. Y sus hijos no lo van a querer, porque están en otra cosa. Y entonces llega un momento que tú te quieres comprar unos cordones de zapatos y no encuentras dónde. Y los tienes que coger en internet”.
La historia de Elektra comienza en la Navidad del año 1989, con unos amigos se juntan para dedicarse a la venta de las historietas a las que estaban aficionados. Cuando Alberto Simón puso en marcha su negocio ya funcionaba la extinta Madrid Comics en Los Sótanos de la Gran Vía y acababa de abrir Crisis (también clausurada a principios de año) en la calle Luna. Y, poco después, lo hacía Metrópolis, otra de las veteranas que resisten en la misma vía.
Elektra arrancó con un pequeño comercio en la cercana calle Pozas y luego se mudó a un local muy grande de una esquina con Pez, donde ahora hay una hamburguesería. Pero la renta era demasiado alta y por aquel lugar no pasaba tanta gente como por San Bernardo. Así que a principios de los noventa llegaron a su actual ubicación. Eran tiempos en los que el cómic no era tan conocido y había menos tiendas. El sector era prácticamente inexistente fuera de Madrid o Barcelona. También el tipo de ventas eran diferentes, Elektra se especializó en importación de cómic americano: “Vendíamos más por correo que en nuestra tienda física”, recuerda Alberto.
Hoy hay días en los que entran más turistas que españoles a la tienda, atraídos por su llamativo y cuidado escaparate. Pero apenas se llevan compras. “Hay muchos clientes que eran fijos que desde la pandemia ya no vuelven por la tienda, aunque siguen llamando y comprando, porque ese romanticismo de ir a una tienda a ver lo que tienen ya se ha perdido. Está todo ya accesible en internet”.
Por fortuna, algunos de los buenos recuerdos del pasado están volviendo esta semana. Después del anuncio del traslado, muchos clientes están llamando y escribiendo recordando historias asociadas al local. Como las historias de firmas con autores entonces poco conocidos y hoy leyendas de las historietas como Carlos Pacheco. O como cuando montaron un visionado de una nueva serie sobre los X-Men, cuyo episodio piloto acababa de salir en EE.UU. y, gracias a un proveedor, consiguieron el VHS para la tienda. El local se llenó para disfrutar del capítulo. “Estaba la tienda hasta arriba”, recuerda con una sonrisa.