Hace unos días leía un artículo en el que el columnista reconocía que una cosa es pensar en Dios y otra creer en Dios: lo primero, pensar es razonar y llegar a conclusiones válidas para la inteligencia y tener incluso la convicción sobre la existencia de Dios; lo segundo, la fe, se sitúa más allá, pues compromete a la persona en su integridad.