Ante los ascensores del edificio de Vocento, He Bing Jiao no puede contener los nervios. Han pasado tres meses desde el terrible 4 de agosto en que Carolina Marín cayó en la pista de La Chapelle de París, bajo el crujido inconfundible de su rodilla. La jugadora china aprieta las manos como si intentara contener el vértigo. Al llegar a la tercera planta de las oficinas de Relevo, pregunta en un susurro: «¿Cómo está de su lesión?». La respuesta la anima: Marín ya ha dejado atrás las muletas. Sin dudar, avanza hacia la sala donde, en un sofá de terciopelo azul, la onubense espera. Frente a frente, dos campeonas transforman su rivalidad deportiva en una historia de humanidad. «Tenía muchas ganas de verte», rompe el hielo Carolina con una sonrisa que aún lleva las cicatrices de París, pero también la gratitud por aquel gesto en el podio. He Bing Jiao, tímida, responde con un hilo de voz: «Yo también… Estoy muy emocionada por estar aquí». Sobran las palabras cuando los recuerdos llenan el silencio: la caída, el dolor, y luego el pin con la bandera de España brillando en el pecho de la jugadora china en el podio, rompiendo el protocolo olímpico para lanzar un mensaje de respeto y empatía. «Nadie había hecho algo así por mí», confiesa Marín. Ese abrazo en la sala azul se traslada luego al escenario principal de la primera edición de los premios Relevo X Change. Carolina, vestida de granate y con una sobriedad que contrasta con la intensidad del momento, toma el micrófono para recordar el impacto de aquel gesto. «Cuando llegó la lesión, no hubo Carolina durante días. Pero luego vi lo que hizo He y no podía creerlo. Creo que no somos conscientes de cómo es la cultura china. No sé si yo habría sido capaz de hacer algo así». Su voz mezcla emoción y gratitud, la misma que sintió en los días más oscuros de su recuperación. La jugadora china sube al escenario con humildad y agradecimiento. En un español rudimentario, pero valiente, dice: «Hola, soy He Bing Jiao y soy de China». Las risas rompen el hielo antes de que, ya en un inglés también novato, logre expresar sus sentimientos: «Carolina ha sido siempre una referencia para mí, una gran referencia. Me ha enseñado lo fuerte que es mentalmente. Siempre le estaré agradecida». Jiao llega a confesar después que dudó si sacar el pin en el podio, al considerar que Carolina merecía ese gesto con un oro, y no con la plata que acabó logrando. Entre aplausos, Marín toma de nuevo la palabra para cerrar el círculo: «No me traje el oro de París, pero me llevé algo que pesa mucho más: una medalla de cariño y apoyo, que guardaré en mi corazón toda la vida». Tras la gala, a Carolina le toca reflexionar sobre su viaje desde la lesión en una entrevista para los medios de Vocento : «A París iba con el objetivo de lograr mi segundo oro olímpico y me he traído otra medalla, en forma de amor, cariño, apoyo y empatía de toda la sociedad española». Aunque no esconde que la frustración sigue presente, encuentra consuelo en el respaldo recibido por la gente. A sus 31 años, Carolina no se rinde. Su mayor ilusión es volver a la pista, aunque sin prisa. «No es una obsesión, pero no quiero que una lesión termine con mi carrera deportiva. No tengo ninguna prisa y tengo claro que me quiero retirar jugando». Mientras avanza en la rehabilitación, confiesa que su vida ha cambiado: «No he vuelto a coger una raqueta y estoy muy concentrada en la propia rehabilitación». En el horizonte, imagina su despedida en casa: «Mi idea era retirarme en el Mundial de París 2025, pero la lesión lo cambia todo. Sé que España acogerá el Campeonato de Europa 2026. Me encantaría que Huelva fuera la sede y poder retirarme allí, en mi casa. Es mi gran sueño y por el que quiero luchar». Ese último partido, rodeada de su gente, sería el broche perfecto para una carrera que no solo suma títulos, sino un legado de resiliencia anclado a un lema inconfundible: «Puedo porque pienso que puedo». Y concluye: «Y ahora lo que puedo, sobre todo, es disfrutar y estar feliz de todo lo que he hecho y de lo que la vida me presenta por delante».