Javier Rebollo es un singularísimo director , que ha hecho mucho cine aunque pocas películas (este es su cuarto largometraje) con las que, además, no es fácil establecer conexión. 'Lo que sé de Lola', 'La mujer sin piano' y 'El muerto y ser feliz' componían hasta ahora una trilogía de fondos tristes pero de formas interesantes, o al menos desconcertantes. 'En la alcoba del sultán' mantiene, incluso amplifica, el interés y el desconcierto de sus formas para componer una narración que no se empapa de lo triste, sino más bien de lo melancólico. Organiza su relato alrededor de un personaje real , Gabriel Veyre, operador de los hermanos Lumière que recorrió el mundo para mostrar aquellas primeras películas del cinematógrafo, y Rebollo se inspira en su viaje a Marruecos para fabular una historia del cine pionero y su relación con el Sultán del País de Nour. Más que el argumento en sí, lo realmente singular es el modo en que Rebollo lo aborda, la mezcla de tonos, líricas, materiales, estéticas, colores y texturas. La presencia de la voz de un narrador en 'off', la manera algo teatral de presentar a los personajes, la sensación de bloques más que de secuencias sugieren al principio un cierto vínculo con el cine de Manoel de Oliveira, aunque su progresivo encanto, el uso de la música, la magnífica fotografía de Santiago Racaj y la seducción de su puesta en escena y el teñido melancólico de la historia lo acercan más al también portugués Miguel Gomes ('Tabú'). Y tiene especial encanto el uso de materiales de archivo, escenas rodadas y fotografía hechas con el cinematógrafo de los Lumière y por el mismo Gabriel Veyre, todo ello montado y entrelazado con la original forma de mirar y rodar de Rebollo. Quizá el guion de Rebollo y Luis Bértolo se espesa algo en su zona centro con sus digresiones sobre el alma de la imagen, sus dobleces o su infinitud, pero la película nunca deja de ser cautivadora, por su atmósfera, su ambientación general, su escueta y fascinante localización y su mixtura de tiempo archivado, el eco de las imágenes y un raro tono naif que rezuma un ligero sentido del humor. Los actores principales, Félix Moali, Pilar López de Ayala o Ilies Kadri, no tienen un cometido de intensidad dramática, sino que juegan su papel con un colorido desprovisto de matices, tal y como, con toda seguridad, pretendía el director. Una película 'rara', distinta, pero también llena de estímulos para quien quiera encontrarse con ellos.