Pocas regiones en el mundo causan tanta atracción como la idílica Toscana. Pueblos históricos, paisajes verdes y una cultura desbordante es lo que se nos viene a la mente al pensar en estas bucólicas tierras del centro de Italia. Aunque ciudades como Florencia, Pisa y Siena, y villas como Volterra, San Gimignano y Lucca se llevan la mayoría de turistas, merece la pena dedicarle tiempo a descubrir otras joyas ocultas.
Rodeada de un ambiente siempre tranquilo, se alza la pintoresca Arezzo, una ciudad que nos permite explorar la Toscana menos conocida. La urbe está repleta de edificios históricos con los que los visitantes podrán hacer un verdadero viaje en el tiempo.
La ciudad de Arezzo se extiende sobre una colina que vigila cuatro valles desde las alturas: Valtiberina, Casentino, Valdarno y Valdichiana. Sus orígenes se remontan miles de años atrás, y es que «fue una de las mayores hegemonías etruscas, que luego se convirtió en un centro romano con una importancia estratégica, eje de prósperas actividades económicas y con numerosos monumentos», explican desde Turismo de Toscana.
En esa época, la población ganó relevancia por el fino trabajo de sus orfebres y sus ceramistas, que en ambos casos eran capaces de crear auténticas obra de arte. Pasando a la Edad Media, Arezzo fue un núcleo independiente, sin embargo, desde el 1384, pasó a ser un dominio florentino, quedando en manos del Gran Ducado de los Medici.
El corazón de Arezzo, y un buen punto para empezar nuestra visita a la ciudad, es la Plaza Grande, dominada por el imponente Palacio de las Logias. Es aquí donde se celebra la llamada Feria de Antigüedades, la más antigua de toda Italia, que saca a la calle más de 500 puestos con todo tipo de objetos.
Desde aquí podemos llegar rápidamente a la Catedral de los Santos Donato y Pedro, en el punto más alto de la localidad. Empezó a construirse en 1278, pero los trabajos no terminaron hasta 1511. Además, en su interior encontraremos obras de arte de incalculable valor, desde el fresco de María Magdalena de Piero della Francesca hasta el altar mayor y su coro de madera diseñado por Giorgio Vasari.
La Fortaleza de los Medici es otro de los puntos imprescindibles de Arezzo. Levantada entre 1538 y 1560, conserva su estructura en forma de estrella de cinco puntas y nos regala unas impresionantes vistas desde lo alto de sus murallas. Podemos continuar la ruta pasando por algunos de los edificios religiosos de la ciudad, como la Basílica de San Francisco y la Iglesia de Santa María de la Pieve.
Para acabar, podemos finalizar con varios museos muy interesantes. El Museo Arqueológico Nacional Gaio Cilnio Mecenate se encuentra en el antiguo Monasterio San Bernardo, construido sobre los restos de un anfiteatro romano que data de la mitad del siglo II d. C. El Museo Cívico de Arte Medieval y Moderna, en el Palacio Bruni-Ciocchi, expone esculturas y pinturas de los siglos XIII a XVI de artistas como Giorgio Vasari, Margaritone y Spinello Aretino. Finalmente, el Museo Casa Vasari está dedicado al escultor, pintor y arquitecto Giorgio Vasari, natural de Arezzo.