El historial de la derecha gestionando desastres es de antología, con un patrón calcado: Prestige, Yak-42, 11-M, Metro de Valencia, Madrid Arena, residencias madrileñas en pandemia, y ahora la DANA. El comportamiento de Mazón y su gobierno antes, durante y después de la DANA supera la infamia de sus predecesores, que mira que dejaron el listón alto
Cuando llegue la próxima tragedia, solo pido una cosa: que no me pille bajo un gobierno del PP. Sea una inundación, un atentado, un terremoto, una pandemia, un gran accidente o el meteorito, mi principal deseo no es un refugio, un chaleco salvavidas ni una vacuna: que por favor no dependa de un gobierno central, autonómico o municipal del PP. Porque volverán a hacerlo.
El historial de la derecha gestionando desastres es de antología, no fallan ni una sola vez. Es decir, fallan en todas las ocasiones. Fallan en la prevención, fallan en la alerta, fallan en la atención, fallan en el trato a las víctimas, fallan en la comunicación, fallan en decir la verdad, fallan en asumir responsabilidades. Es un patrón calcado de un desastre a otro: el Prestige, el Yak-42, el 11M, el Metro de Valencia, el Madrid Arena, las residencias madrileñas en pandemia, y ahora la DANA valenciana. Una tras otra, sin excepción.
El comportamiento de Carlos Mazón antes, durante y después de la catastrófica riada puntúa muy alto en el ranking de ineptos y negligentes. Sus decisiones, y sobre todo su falta de decisiones, su desprecio a las víctimas y a la verdad, y su huida hacia delante, superan la infamia de sus predecesores, que mira que dejaron el listón alto: Fraga de cacería mientras se hundía el petrolero, Rajoy y los hilillos de plastilina, Trillo mintiendo sobre la identificación de los militares muertos, Aznar y Acebes señalando a ETA, Cotino intentando comprar el silencio de las víctimas, Ana Botella largándose de fin de semana a un Spa en Lisboa, Ayuso abandonando a miles de mayores porque “iban a morir igual”…
A todos los supera el cada vez más acorralado presidente valenciano, desaparecido durante horas en pleno desastre, retrasando un poco más la ya de por sí tardía alarma por llegar tarde a la reunión y tener que ponerle al día los técnicos cuando ya se estaba ahogando gente, incapaz de gestionar las horas posteriores, y ahora mintiendo y refugiándose en los medios amigos para intoxicar y salvar el culo. El suyo y el de su gobierno: no tiene nombre lo de su consellera de Justicia e Interior reconociendo que a las ocho de la tarde se enteró de que existía un sistema de alerta a la población.
No puedo dejar de acordarme estos días de la pandemia de Covid: fue una calamidad, dejó miles de muertos y estuvo llena de errores e improvisación. Pero imagínate que nos hubiera pillado estando en la Moncloa un tal Pablo Casado, que solo unos meses antes había sido el candidato del PP a las generales.
Todas las tragedias mencionadas tienen algo más en común: la impunidad de sus responsables políticos. Es otra constante en el manual de gestión de desastres que usa la derecha: nadie dimite, nadie asume nada, nadie pide disculpas, nadie es condenado.
A mi deseo del primer párrafo sumo otro deseo más: que la muerte evitable de más de doscientas personas en Valencia no quede impune. Porque la DANA era inevitable, la riada era inevitable, la destrucción material era inevitable. Lo que no era inevitable eran las más de doscientas personas que murieron por no ser avisadas a tiempo. Habría habido muertos, dada la dimensión inmanejable y sin precedentes del desastre, pero muchos se habrían salvado con solo recibir la alerta horas antes, cuando el presidente de la Generalitat no estaba en el único sitio donde debía estar.