La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos no preocupa al Gobierno. Desde el Ejecutivo trasladan máxima “tranquilidad”; en la primera etapa del presidente, Pedro Sánchez, ya coincidió con el magnate norteamericano y fuentes gubernamentales explican que la Comisión Europea está preparada para afrontar el segundo mandato del expresidente.
Desde el Gobierno insisten en que el Ejecutivo comunitario lleva semanas trabajando con un equipo específico, denominado “equipo Trump”, para evaluar las consecuencias de una posible victoria del presidente electo. Las relaciones comerciales, los acuerdos globales como la OTAN o el acuerdo climático, son algunas de las cuestiones que más han preocupado a la CE. En los primeros cuatro años de presidencia de Trump abandonó el Acuerdo de París para hacer frente al cambio climático y ahora amenaza con salir de la alianza atlántica.
Lo primero que especifica el Gobierno para explicar la ausencia de preocupación es la “fortaleza” de la UE. Ningún país comunitario tiene una relación directa con EE. UU., sino que cualquier acuerdo económico se tramita de manera conjunta: entre los 27 y el país norteamericano. Una característica que permite potenciar el peso de todos los estados miembro, algo que no sucede, por ejemplo, con el resto de países del continente americano.
A esta particularidad de la zona euro, se le suma el trabajo que lleva haciendo la Comisión, al menos, desde este verano. El Ejecutivo europeo ha preparado un equipo, capitaneado por el español, Alejandro Caínzos, según adelantó ElConfidencial.com, que trabaja en las principales preocupaciones que tiene la Comisión. Entonces eran solo hipótesis, pero desde este miércoles, la UE ya conoce que Trump tomará los mandos de la Casa Blanca en enero.
El equipo tendrá aún tres meses de margen para terminar de perfilar cuáles son las medidas que debe preparar la Comisión para defender los intereses de la Unión frente a las políticas aislacionistas del candidato republicano.
Uno de los planos que más preocupan es el bélico. Desde la salida de Trump en 2020 han estallado dos guerras en el borde del continente europeo y en las que EE. UU. tiene un peso especial. Primero estalló la guerra en Ucrania tras la invasión de Rusia en el país vecino. El gobierno norteamericano es el principal suministrador de armas al ejército ucraniano, y Trump —cercano al mandatario ruso, Vladímir Putin— ya ha amenazado en reiteradas ocasiones con retirar el apoyo armamentístico al Gobierno de Volodímir Zelenski.
El otro frente abierto es la guerra en Gaza. Tras el ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023, el Gobierno hebreo de Benjamin Netanyahu ha bombardeado la Franja y ha extendido su ofensiva al Líbano. Estados Unidos es el principal defensor de la causa israelí y de la soberanía del pueblo judío en el territorio que comenzaron a ocupar tras la Segunda Guerra Mundial.
Frente a las críticas de la comunidad internacional, que ha llegado a acusar de genocidio los ataques de netanyahu, Trump ha defendido sin tapujos cualquier acción militar del ejército israelí. El todavía presidente norteamericano, Joe Biden, incluso dio pasos hacia atrás en su apoyo al mandatario hebreo exigiendo un alto el fuego apoyado después por la ONU. Una decisión histórica en la relación entre ambos países que el nuevo presidente no secunda en absoluto.
