Las fábricas de mascarillas han tenido que arrancar toda la maquinaria para dar a basto con la incesante cantidad de pedidos que están demandando voluntarios y vecinos de Valencia. Las labores de limpieza continúan tras el paso de la dana que ha arrasado localidades enteras. Las autoridades sanitarias han alertado de que existe riesgo de intoxicación por el estado de las aguas estancadas, el lodo y posibles restos de animales muertos, por lo que han recomendado usar protección.
“Ha sido una locura”, exclama Osvaldo Sánchez, director de la fábrica española Mascarillas Alcalá. La producción ha pasado de 20.000 unidades al mes a dos millones en una semana. “El domingo pasado donamos 400.00 mascarillas a una asociación de jóvenes voluntarios y ellos se encargaron de llevarlas a Valencia”, explica Sánchez.
La ola de solidaridad ha sido tal que grupos de amigos han organizado una colecta de fondos para realizar compras masivas de mascarillas y repartirlas en los municipios afectados por la dana. “El 80% de los compradores están siendo particulares y empresas que se han volcado con la tragedia”.
Los pedidos no han parado desde el pasado miércoles, el día después del fatídico temporal que azotó a la Comunidad Valenciana y parte de Castilla-La Mancha y Andalucía, y que se cobró la vida de 219 personas. Tras conocerse la tragedia, miles de voluntarios se desplazaron a la zona para colaborar con la rehabilitación de las calles y edificios destrozados por la tormenta.
El Ministerio de Sanidad publicó una serie de recomendaciones para evitar la inhalación de diferentes patógenos que pueden producir procesos infecciosos. Una de ellas es que la limpieza deberá realizarse con protección de nariz, boca, ojos y manos, utilizando mascarilla, protector ocular y guantes.
Mascarillas Alcalá –situada en la localidad madrileña de Alcalá de Henares– surgió en plena pandemia y sobrevivió en los años posteriores, incluso después de que se levantara la obligatoriedad del uso de la mascarilla en abril de 2022. “De nuestras ocho máquinas, solo una operaba de manera eventual, por compromisos con administraciones públicas”, cuenta a Confidencial Digital su director. “Ahora, tenemos todas funcionando a pleno rendimiento, y aun así estamos con pedidos pendientes”.
La mayoría de la producción, alrededor del 85%, ha sido de mascarillas FFP2, las recomendadas por su mayor nivel de protección.
Aunque la pandemia ya quedó atrás, y el uso diario de mascarillas es sólo un recuerdo para la mayoría de la población, algunas instituciones no estrictamente sanitarias siguen comprando mascarillas cada cierto tiempo.
La Dirección General de la Policía abrió en septiembre -antes de las inundaciones en Valencia- una licitación pública para adquirir “mascarillas de protección FFP2, destinadas a cubrir las necesidades del personal”, específicamente “para su utilización en situaciones de emergencias sanitarias y otras actuaciones policiales”.
Ha dispuesto un presupuesto de 39.954,20 euros, con el que pretende comprar al menos 63.500 mascarillas FFP2 este 2024, y otras 190.500 en 2025: en total, más de 250.000 mascarillas.
En los documentos de la licitación se justifica ese gasto por “la necesidad de dotar de elementos de seguridad e higiene en el trabajo al personal de la Dirección General de la Policía”, todo ello dentro del contexto de la prevención de riesgos laborales de la Ley 31/1995, y el Real Decreto 2/2006, de 16 de enero, sobre Prevención de Riesgos Laborales en la actividad de los funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía, que establece que “la Administración proporcionará a los funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía equipos de protección individual adecuados para el desempeño de sus funciones”.