La industria del agua embotellada, a pesar de su crecimiento exponencial, enfrenta un escrutinio cada vez mayor por sus implicaciones tanto para la salud pública como para el medio ambiente. Un estudio reciente, titulado 'Rethinking bottled water in public health discourse', realizado por Abraham y et al. (2024) y publicado en BMJ Global Health, destaca las preocupaciones emergentes sobre la seguridad y sostenibilidad del consumo de agua embotellada.
En España, donde el agua del grifo es completamente potable, según el Ministerio de Sanidad, un porcentaje significativo de la población, impulsado por la creencia de que el agua embotellada es más segura, opta por esta alternativa comercial. Este comportamiento se replica globalmente, alimentado por estrategias de marketing agresivas y la percepción errónea de pureza, ignorando a menudo los estudios que evidencian la presencia de contaminantes en el agua embotellada.
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El estudio 'Rethinking bottled water in public health discourse' resalta las preocupaciones significativas sobre la seguridad del agua embotellada, detallando cómo la exposición a contaminantes plásticos como los ftalatos y el bisfenol A (BPA) es común en este tipo de productos. Estos químicos, que a menudo se filtran de los envases durante el almacenamiento, están clasificados como disruptores endocrinos y han demostrado causar desregulación hormonal y estrés oxidativo.
Más alarmante aún es la conexión establecida entre los microplásticos presentes en el agua embotellada y un aumento en el riesgo de enfermedades cardiovasculares, hipertensión y diabetes. La lixiviación de sustancias nocivas, exacerbada por condiciones como altas temperaturas o exposición prolongada a la luz, plantea un riesgo que muchos consumidores desconocen al elegir botellas de plástico para su hidratación diaria.
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La magnitud del impacto ambiental del agua embotellada es alarmante, especialmente en términos de residuos plásticos. Cada minuto, consumidores de todo el mundo compran cerca de un millón de botellas, contribuyendo significativamente a los desechos oceánicos, donde las botellas de plástico se sitúan solo detrás de las bolsas de plástico como los principales contaminantes.
Según el estudio de Abraham et al. (2024), la mayoría de estas botellas no se reciclan, acaban en vertederos o incineradoras, lo que resulta en la liberación de gases tóxicos y la contaminación del suelo y el agua. Además, la producción de botellas de plástico no solo implica un consumo intensivo de recursos, sino que también libera gases de efecto invernadero, y así exacerba el cambio climático.
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A pesar de que el agua del grifo en muchos países cumple o incluso supera los estándares de calidad del agua embotellada, un porcentaje considerable de la población sigue prefiriendo esta última. La presente investigación destaca que hasta dos tercios del agua embotellada en los Estados Unidos es simplemente agua del grifo reenvasada. La persistencia de esta preferencia se atribuye en gran medida a las percepciones de seguridad y pureza promovidas por campañas de marketing intensivas.
Además, muchos consumidores reportan una preferencia por el sabor del agua embotellada, aunque investigaciones demuestran que en pruebas a ciegas, la mayoría de las personas no distingue entre el agua embotellada y la del grifo. Este fenómeno refleja un desafío cultural y educativo significativo, donde las creencias infundadas sobre la calidad del agua potable necesitan ser abordadas para fomentar decisiones más informadas y sostenibles en el consumo de agua.