Según algunas mediciones, cada vez más ciudadanos se sienten desilusionados de los partidos políticos y sus líderes. La participación se limita a quienes se mantienen activos en las agrupaciones, cuyo número va en descenso. Los escándalos de corrupción y las disculpas por no cumplir las promesas electorales son noticias frecuentes, y son pocos, casi siempre académicos, quienes se ocupan de los problemas nacionales y proponen posibles soluciones.
Tanto en la oposición como en el Gobierno Central, es necesario dignificar la política para que las personas más capacitadas se sientan motivadas a involucrarse; para ello, deben abrirse espacios. No son las redes sociales las llamadas a dar voz a la ciudadanía, sino los mismos partidos políticos.
Las elecciones en Estados Unidos acaban de darnos razones para promover un alto a la violencia verbal entre contendientes y sus seguidores. Debemos ser conscientes de que cuestionar nuestra institucionalidad es una estrategia de aquellos que aspiran a gobernar sin pesos ni contrapesos.
Si logra calar en el ciudadano común la importancia de los cimientos democráticos, el país volverá a tener campañas vibrantes, de altura, respetuosas y tolerantes de las ideologías.
Los líderes políticos sinceros serán mejor comprendidos cuando sus hojas de vida muestren conductas intachables, aunque ninguno es infalible.
Debemos rechazar las noticias falsas, aquellas que no se sostienen con argumentos. Alguien podría decir que una noticia falsa es aquella que denuncia un acto corrupto con el fin de hacer daño, pero es todo lo contrario: una información falsa no supera la prueba de la verdad, no es posible justificarla con datos ni documentos. De ahí la facilidad con que se reproducen en las redes sociales.
Para no pecar de ingenuos, los ciudadanos deben investigar y verificar las fuentes en que se basa la información que les llega fácilmente a sus dispositivos y buscar la verdad. Las noticias falsas, cuando tratan asuntos políticos, afectan la cohesión social, anulan la solidaridad y la tolerancia, y erosionan la paz.
La educación es esencial para combatir la posverdad. La ciudadanía debe ser entrenada desde la niñez para detectar la distorsión de la realidad. En el índice de alfabetización mediática, que mide la capacidad de discernir entre noticias verdaderas y falsas, Finlandia obtuvo una calificación de 75 en el 2022, la nota más alta. Desde el 2016, el pensamiento crítico y la alfabetización mediática forman parte de su plan de estudios con el objeto de que los niños desarrollen habilidades para detectar información falsa.
Debemos dar ejemplo en las redes sociales fomentando el pensamiento crítico para reducir la creciente vulnerabilidad. Costa Rica debe seguir el ejemplo de Europa y Brasil para regular las malas prácticas en las plataformas digitales. Son gigantes con muchos seguidores, pero sin normas ni autocontención.
Para recuperar la confianza pública, es necesaria la rendición de cuentas. Los jerarcas no deberían ocultar la información pública ni pretender declarar secreta lo que a todas luces es un derecho de las personas, como establece la Constitución.
Los informes anuales no son sinónimo de transparencia. Ser diáfanos en el ejercicio de los cargos demanda apertura hacia la ciudadanía y los medios, los cuales, con sus investigaciones, desempeñan un papel central en el control de los fondos públicos.
Los partidos políticos que se presenten a las elecciones del 2026 deben estar preparados y contar con personas capacitadas para ocupar los distintos cargos. Deben tener claros los grandes problemas; no se vale ganar y luego buscar personas con la experiencia y el conocimiento que requiere un gobierno de excelencia.
Recordemos que son más de 300 puestos. Es una planilla considerable que no se puede improvisar mediante un “concurso público". Hay que seleccionar a las personas más capacitadas para cada puesto, evaluando experiencia, conocimiento y valores; esta etapa ya debería estar en curso entre los partidos políticos.
Tenemos que desintoxicar la política y fortalecer la credibilidad. Los partidos deben volver a tener un pensamiento claro sobre los graves problemas nacionales y la importancia de anticipar posibles futuros. Deben fomentar la participación ciudadana para volver a generar confianza. Les corresponde ser éticamente muy estrictos.
La elección de quien ocupe la silla presidencial a partir del 8 de mayo del 2026 nos exige una gran responsabilidad al analizar a cada candidato y determinar si tiene las capacidades y el equipo para cumplir con sus obligaciones. La labor de un político es promover el bien común. No puede improvisar, ya que las responsabilidades en el desarrollo de un país son monumentales.
El autor es ingeniero.