Tras su reciente victoria en las elecciones de Estados Unidos frente a Kamala Harris, Donald Trump se prepara para asumir nuevamente la presidencia en enero de 2025, con todas las restricciones de seguridad que establece la Ley de Expresidentes. Entre estas medidas, Trump deberá seguir respetando la prohibición de conducir, una norma que afecta a todos los presidentes y expresidentes de los Estados Unidos y que, en su caso, ya está en vigor desde su primer mandato.
La Ley de Expresidentes, que asegura protección de por vida a los exmandatarios, impone esta prohibición con el objetivo de reducir riesgos y evitar situaciones de vulnerabilidad. Desde la década de los 60, el Servicio Secreto mantiene esta regla, que permite a los presidentes y expresidentes desplazarse solo como pasajeros, siempre bajo la vigilancia de agentes especializados en seguridad y maniobras de protección.
La Ley de Expresidentes, sancionada en 1958, otorga protección vitalicia a los mandatarios que dejan el cargo, con el objetivo de salvaguardar su seguridad personal y la de sus familias. Esta ley, que ampara a Donald Trump y otros expresidentes de los Estados Unidos, establece que el Servicio Secreto debe encargarse de su protección en todo momento, limitando así su libertad en aspectos como la conducción de automóviles.
De acuerdo con esta normativa, los expresidentes y sus cónyuges cuentan con custodia de por vida. La disposición también aplica a los vicepresidentes, aunque en su caso la protección finaliza seis meses después de dejar el cargo. Desde la adopción de estas medidas, los exmandatarios no pueden conducir y deben desplazarse únicamente con personal de seguridad capacitado, incluso en sus desplazamientos personales o en propiedades privadas.
La prohibición de manejar responde a una estricta política de seguridad. La norma que impide que Donald Trump u otros expresidentes conduzcan fue implementada en 1963, poco después del trágico asesinato de John F. Kennedy. Desde entonces, se considera que al estar detrás del volante, los exmandatarios se encuentran en una posición de mayor vulnerabilidad ante posibles ataques o emboscadas.
Esta restricción de seguridad se ha mantenido vigente y ha sido respetada rigurosamente por todos los presidentes de los Estados Unidos desde Lyndon Johnson, quien fue el último en manejar en público en 1964. Con el paso de los años, el Servicio Secreto ha reforzado esta medida para asegurar la integridad de quienes han ocupado el cargo más alto del país. Para garantizar su seguridad, los exmandatarios solo pueden viajar como pasajeros, mientras que un agente entrenado en maniobras evasivas toma el control del volante.
Aunque la prohibición de conducir es estricta, existen contadas excepciones a la norma. Los expresidentes, como Donald Trump, pueden solicitar una autorización especial para manejar en algunas circunstancias, como en propiedades privadas. De este modo, algunos exmandatarios han vuelto al volante temporalmente en lugares restringidos y con autorización del Servicio Secreto.
Un ejemplo de ello fue cuando Joe Biden, actual presidente de los Estados Unidos, tuvo la oportunidad de manejar su Chevrolet Corvette en compañía del presentador Jay Leno, siempre bajo supervisión. Otros expresidentes, como George W. Bush y Ronald Reagan, también pudieron manejar en propiedades privadas, lejos de la vista pública y con las medidas de seguridad necesarias. Sin embargo, estas excepciones son poco comunes y requieren de aprobación previa y estricta vigilancia.