Una suerte de museo con dibujos del actual estado del pueblo y otros con el paisaje que esperan encontrar en pocas semanas. Presentaciones de nuevos tutores, ejercicios de ciencias naturales con experimentos de plantas y minerales y, sobre todo, más horas de patio de las habituales para poder jugar al fútbol, lanzarse por el tobogán o saltar a la comba, entre otras actividades. Una semana después de la devastación y la tragedia, regresaron las mochilas, los libros y la actividad escolar a algunas de las zonas más afectadas por el terrible paso de la DANA en Valencia . Niñas y niños, los del Centro de Educación Infantil y Primaria Castellar-l'Oliveral , ansiaban volver a abrazar a sus compañeros de pupitre y necesitaban percibir la normalidad de que la vida sigue. Este ha sido el primer colegio que ha logrado reanudar las clases en las pedanías de Valencia mientras que en el resto continúan los trabajos de limpieza con la esperanza de que pueda volver a sonar la campana a partir de la semana que viene. En Castellar-l'Oliveral, el centro educativo público ha reabierto sus aulas con cerca de cien alumnos , entre los que también se encontraban algunos acogidos de otros pueblos más golpeados por la histórica riada del martes 29 de octubre. La jefa de Estudios de la escuela, Carolina Martí, ha puesto en valor la importancia de que los pequeños «sientan que podemos volver a una vida corriente» y que los papás «puedan atender otras cuestiones como la limpieza de sus casas o las de sus familiares». «Les recibimos con mucha emoción, ellos estaban muy contentos y nos dieron las gracias de parte de sus padres porque varios profesores fuimos a ayudarles», ha expresado la docente, que ha explicado cómo estructuraron el regreso a las aulas después del desastre: «Les hemos dejado expresarse y contarse cosas entre ellos. Han relatado lo que vivieron y han dibujado cómo ven el pueblo y cómo quieren que sea en un par de semanas , intentando transmitir que tras un mensaje negativo siempre hay uno positivo que da paso a la esperanza». Así, Martí ha señalado que «la primera clase de la nueva normalidad sólo podía pasar por abrazarnos, darnos cariño, también los profesores. saber que todos estamos bien y que a partir de ahora todo va a ir a mejor». El colegio de Castellar consiguió reabrir tras el visto bueno de los Servicios Centrales Técnicos y de los bomberos, así como de los inspectores de la Conselleria de Educación, que verificaron que todas las instalaciones del centro están en perfectas condiciones. La alcaldesa de Valencia, María José Catalá, reafirmó que «el cuidado de la infancia es una prioridad en estos momentos tan complicado» y dio las gracias «al ingente trabajo de los servicios municipales con la ayuda de los vecinos para dar este importante paso en la pedanía». El timbre sonó a las 9.30 horas y el miedo latente entre padres e hijos se difuminó en cuanto recibieron la primera dosis de paz y cotidianidad. Algunos papás y mamás, avisados para no llegar al centro en coche por la dificultad de acceder a la localidad, se mantuvieron asomados varios minutos tras despedir a sus retoños, mientras otros emprendían la marcha hacia sus trabajos o para ayudar a limpiar alguno de los municipios cercanos. Ricardo, un anciano que vive justo al lado del colegio, ha celebrado risas una semana después: «Necesitaba salir de casa y que vuelvan es una pequeña alegría después de todo ». Poco después, llegaban los primeros monitores del comedor. Víctor, un joven de Benetússer, que viene «a trabajar y a distraerse un rato» antes de regresar al infierno del barro. «Debemos actuar con normalidad, porque los niños se lo merecen», asevera. Los que no se quedaron a comer en la escuela salieron por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja tras comprobar que aquellas paredes les protegen del fango, del dolor y de la pena. Fuera les esperaban padres, madres, abuelas y tíos con la ilusión de los ojos por preguntarles, simplemente, qué tal les ha ido el día sin pensar más allá. «Mi hija no quería venir, para ella todo esto han sido unas minivacaciones, pero la hemos animado diciéndole que estaban sus amigos en el cole, que iba a conocer a más niños y que podrían jugar todos en el patio», ha celebrado Mari Carmen, cuya niña de cuatro años ha sido acogida en este centro mientras terminan de limpiar el suyo, a pocos kilómetros de distancia. «Que puedan volver nos facilita mucho y nos hace un favor muy grande», ha remarcado. Su otro hijo, Rafael, de doce años, no se ha amilanado ante las cámaras y ha verbalizado con total desparpajo cómo le ha ido el primer día de cole tras una semana de suspensiones por la lluvia. «Nos han dejado hacer muchas cosas. En el patio, fútbol, y en clase, experimentos con minerales y plantas», ha manifestado al tiempo que ha reflexionado sobre la suerte que ha tenido su familia: «Nosotros estamos bien, tengo amigos que lo han pasado mucho peor. Estaba preocupado por ellos y tenía muchas ganas de verlos». Madres como Susana y María José dan las gracias al colegio de Castellar por volver a abrir y acoger «a todos los niños que quepan». Sus hijos, amigos y vecinos, muestran las dos caras de la tragedia reflejada en los más pequeños. Uno de ellos deseaba regresar a la escuela «para ver a sus amigos» y el segundo «no quiere salir a la calle porque tiene miedo desde que entró el agua en casa» . Otros, como Samuel y Pol, «se lo han pasado bien» y desean que cada día a partir de ahora sea, simplemente, tan normal como este martes.