Julián se adentró sin pretenderlo en una conversación afable. No le causaba desasosiego alguno, sino -al contrario- le llenaba de tranquilidad. Se generó un ambiente de confianza y sinceridad, como cuando hablas con un amigo de toda la vida.
- ¡Qué alegría que hayas venido, Julián!.
- Bueno, hasta ahora lo han hecho mis padres. Como ellos ya se estaban ocupando no le vi sentido a venir. ¿Otro mas para lo mismo?...
- Si, ellos han hecho su parte. Pero, y tú ¿qué has hecho?, ¿qué han recibido de ti? ¿Les has hurtado tus sentimientos, tu cariño, tu recuerdo, tu oración? ¿Te reservas?… Así nada ofreces, y menos te das. ¿Te dosificas?, ¿para cuando?…, ¡si el pasado no se puede recuperar!. En lo tuyo no hay quien te pueda sustituir. Nadie más lo hará. Los demás se lo habrán perdido, cierto. Aunque, cuando lo pienses, verás que eres tú el que más ha dejado de ganar. Te queda cada nuevo presente. Y, recuerda: en él tampoco tienes relevo. Lo que no hagas quedará sin hacer.
- No lo había pensado así, la verdad. Mientras vivían mis padres ellos se ocupaban de los difuntos de la familia.
- Para ti lo importante no es ver lo que han hecho los demás, sino lo que has hecho tu. Esta responsabilidad no se puede delegar, porque a cada uno se le juzga por sus obras, no por las de otros.
- Si, eso lo entiendo. Pero en este caso, creí que no era necesario.
Además, francamente, en el fondo esta costumbre la veo más como un efecto placebo, para sentirse bien ocupándose de alguna manera de los que ya no están, y por cumplir con una tradición. Lo digo porque los que se han muerto, si se arrepintieron, ya no necesitan que nosotros pidamos para que lo hagan y se les perdone; y los que no se han arrepentido de sus faltas, por más que nosotros queramos que pidan perdón, ahora no lo van a poder hacer. Así que...
- Tú perteneces a algún equipo y estás en varios grupos sociales, y vas a entender fácilmente lo que voy a decir. Seguro que te has integrado en ellos porque te ves reforzado, tienes mayor información, te satisface aportar tus conocimientos y puntos de vista, porque compartes.
En todos los grupos hay personas que aportan valor y hacen buen ambiente, otras que lo restan y lo degradan, y algunas que parecen no estar, porque ni dicen, ni hacen.
Cada miembro puede contribuir a enriquecerlo o, por el contrario, a empobrecerlo con sus acciones. Nada de lo que uno haga o deje de hacer es indiferente. Todo suma, o resta.