Las idiosincrasias se viven más de cerca cuando el pueblo se expresa, y hoy es un día en que América se manifiesta en todo su esplendor yendo a las urnas, casi igual que en el día de Acción de gracias o el 4 de julio. Hoy, en el que dice ser el país más demócrata del mundo, se produce la manifestación en masa de toda la ciudadanía eligiendo presidente, solo que la circunstancia es tan reñida –sólo décimas separan a un candidato de otro-, que las medidas de seguridad son muy extremadas. Los de Kamala temen una reacción violenta del contrario, o intento de trampas en el recuento; se ha estimulado enormemente el apoyo de los famosos que tanto influencian en el electorado y también se ha recurrido a otros medios más sofisticados para inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro. Los dineros de los Gates, de los Musk, de las grandes fortunas se han movilizado para sostener unas campañas costosísimas, y las caras más conocidas del mundo del espectáculo han estado presentes para forzar el voto al máximo hacia el que será el tradicionalmente mandatario más importante del mundo durante los próximos cuatro años.
Si gana Trump, será su segundo mandato gobernando en dos períodos distintos, como Grover Cleveland, con un lapso de cuatro años de por medio. Kamala viene de una vicepresidencia fallida con el bueno de Biden, del ejercicio como fiscal general del Estado de California y de ser la primera senadora de ascendencia india, mérito que, a efectos prácticos, no suma demasiado. También presentan como virtud la de ser mujer, algo que, según viene siendo demostrado, es cuestión no más que baladí ya que lo que cuenta es la valía, la preparación y la capacidad para que un pueblo prospere y la ciudadanía viva con paz, estabilidad y bienestar. En definitiva lo que un país necesita es un buen gestor, cosa que ella ha demostrado no ser. A Trump no se le pueden sumar virtudes ni valores, por eso hoy los americanos tienen muy difícil elegir. Por eso también los cálculos y las encuestas andan tan igualadas.