Quien no comprenda la santa indignación de los vecinos de Paiporta tiene por corazón una piedra o una calculadora de votos, que viene a ser lo mismo. ¿Cómo no van a estar llenos de rabia, impotencia y frustración cuando es evidente que el Estado los ha abandonado a su suerte frente a la peor catástrofe natural que se recuerda? Achacar la ira justificada de ese pueblo a supuestas maniobras de grupúsculos de extrema derecha organizados retrata la ruindad de quien profiere tal acusación, proyectando en el prójimo su vileza. Porque solo desde la más profunda mezquindad, desde la bajeza moral más absoluta, cabe eludir la propia responsabilidad recurriendo al socorrido comodín de los 'fachas'. No, señores del Gobierno. En Paiporta...
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