El Museu Nacional d'Art de Catalunya descubre al gran público su figura y su obra, casi desconocida hasta fechas recientes pero que formó parte del modernismo catalán y las vanguardias parisinas de entreguerras
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Bajo el título Eveli Torent. Entre Els Quatre Gats y la masonería, el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) celebra, desde este viernes y hasta el 16 de febrero de 2025, la que seguramente sea la primera retrospectiva mundial sobre Eveli Torent (Badalona, 1876–Barcelona, 1940), un personaje que estuvo en todos los “saraos” artísticos de principios del siglo XX en Barcelona y París pero que, a causa de una vida errante y cosmopolita, así como de la guerra civil, quedó relegado al olvido.
“Hasta hace relativamente pocos años se le conocía sobre todo por los retratos que sus amigos habían hecho de él, en especial Picasso”, comenta Lluïsa Sala, comisaria de la exposición y una de las pocas expertas mundiales en esta enigmática figura. Algunos de los retratos picassianos pueden contemplarse en el Museu Picasso de Barcelona, aunque otros pertenecen a colecciones particulares.
En la exposición, de hecho, pueden verse algunos de los retratos que el genio de Málaga realizó de Torent, así como otros hechos por Hermenegildo Anglada Camarasa y Ricardo Baroja. “Torent era un miembro muy activo del grupo de Els 4Gats, junto con Isidre Nonell, Picasso, Ramon Pichot, Manolo Hugué, Joaquin Mir o Carles Casagemas, de quien era pariente lejano y que le dedicó algunas obras”, explica Salas.
El grupo, que se reunia en el histórico café del barrio gótico de Barcelona llamado Els Quatre Gats, representó la renovacion del modernismo frente a los Rusiñol, Casas, Utrillo y compañía. “Torent fue de los primeros en exponer en Els Quatre Gats”, apunta el jefe de colecciones del MNAC Eduard Vallés. “También sabemos que solo llegar a París expone en la galería de Berthe Weill, lo que nos dice que era un artista conocido en el momento”, agrega.
Pero a pesar de aparecer en numerosos retratos y crónicas, ni la figura de Torent ni su obra se conocían excesivamente en los círculos artísticos y museísticos. Pepe Serra Villalba, director del MNAC, reconoce que “hasta hace apenas tres años, cuando comenzamos desde el museo a investigar su figura, yo desconocía su existencia”. “Por ello”, incide Serra, “era necesario hacer esta exposición que pusiera de relieve a uno de los protagonistas del arte catalán del siglo pasado”.
Lluïsa Sala explica que ha sido necesaria una larga labor de investigación “para ir atando cabos y reunir algunas de sus obras, la gran mayoría pertenecientes a colecciones privadas de todo el mundo”. De este modo, la experta ha podido reconstruir los periodos vitales de Torent, que fue una persona de gran movilidad, ya que tras mudarse a París en 1903 y permanecer hasta 1913, posteriormente viaja a Argentina, desde donde salta a Nueva York en 1914 para permanecer en América hasta 1921, pasada la primera gran guerra.
Vive todos estos años de la pintura, y la ilustración, de un modo profesional, aceptando encargos tanto para retratos de personalidades destacadas como carteles publicitarios. En la exposición se pueden apreciar los que realizó para una sastrería barcelonesa J. Peralta, para la marca de anís Perla o para el tónico francés Byrrh. “Todos ellos tienen una ambientación modernista muy en consonancia con otros cartelistas de la época”, desvela Sala.
Pero de la etapa parisina la experta destaca la buena relación de Torent con el escritor satírico francés Laurent Tailhade y su mujer, la también escritora Marie-Louise Laurent-Tailhade. “Se podría aventurar que su amistad, que fue duradera, llegó a ser muy íntima”, apunta Sala. “El trío realizó numerosos viajes por Francia y fruto de uno de ellos a la Bretaña Torent realizó una serie de pinturas e ilustraciones de gran novedad estilística”, agrega.
Junto con Tailhade edita una crónica del viaje titulada L'Assiette au Beurre, en la que uno pone el taxto y el otro las ilustraciones. No obstante, Torent sigue aceptando encargos para revistas españolas como L'esquella de la Torratxa y en la exposición se pueden apreciar algunos de sus trabajos.
En 1913 deja Francia para buscar nuevos horizontes profesionales. Antes, hacia 1910, había viajado a Argentina, donde realiza un notable y poderoso retrato del célebre compositor sardanista Enric Morera. Finalmente, se instala en Nueva York, ciudad en la que permanecerá hasta 1921, cuando de nuevo se movió, esta vez de regreso a Barcelona.
Se sabe poco de sus años en América, aunque de sus relaciones epistolares se deduce que dio a su arte un enfoque profesional y trabajó mucho. A este respecto, Sala apunta que “era muy espabilado y trabajador, un buscavidas que nunca pasó aprietos económicos, también porque su familia era acomodada”.
Tras su regreso a Barcelona, ya con 45 años, se dedica a la docencia y se asienta en la ciudad. Pero en unas vacaciones estivales descubre la isla de Ibiza, de la que se enamora. Junto con su esposa, Consuelo Hernán, compra un torreón defensivo en la isla, la torre d'en Rovira, y lo acondiciona para pasar los veranos.
“Lo convierte en una especie de museo donde exhibe desde herramientas del campo hasta armas y organiza en los veranos recepciones para otros veraneantes”, desvela Sala, que añade que recibe a los visitantes vestido de califa junto a su mujer, en lo que podría ser un germen de las performances de los años 60.
Se hacían llamar “el Gran Califa y la Califina del Califato de es Pallaret”, según desvela el periodista del diario Ara Toni Ribas Tur, que ha investigado esta etapa de la vida de Torent y escribe un interesante artículo en el catálogo de la exposición. El comentario, sin embargo, no es suyo sino de Josep Palau i Fabre, el poeta, biógrafo y también gran amigo de Picasso en los últimos años, que en 1936 acudió a una de aquellas recepciones performativas y la fotografió, dejando un testimonio gráfico impagable de aquella etapa de Torent.
“Torent dice en una carta a su sobrino desde Nueva York que es en esta ciudad donde se ha hecho masón, sin embargo creemos que ya lo era desde su etapa parisina”, apunta Lluïsa Sala. El caso es que la carrera de Torent dentro de la masonería es sólida y llega lejos, hasta el grado 33, el máximo, lo que le confiere una influencia tanto internacional como en el Estado. “Durante la república la mayoría de ministros eran masones y él los conocía y se carteaba con ellos”.
Esta influencia que le fue tan favorable antes de la guerra civil se volvió en su contra tras la contienda. El golpe fascista le sorprende en Ibiza desde donde se mueve a Barcelona. Allí es detenido por el bando republicano acusado de simpatizar con el alzamiento, si bien Torent rebate las acusaciones y finalmente es liberado.
Permanece los años de la guerra en Barcelona, pero tras la caída de la ciudad, en 1939 es detenido y procesado por masón. Reniega de la masonería en mayo de 1940, pero las duras condiciones de la cárcel Modelo hacen mella en él y tras ser liberado, fallece en octubre a los 64 años.