Laura Cámara es enfermera, especialista en ginecología y obstetricia, experta en salud sexual y reproductiva, directora de Ginesex y autora de 'Sexopausia. Guía para el placer en la menopausia'. (Vergara) Se trata de un libro en el que reivindica la salud sexual y el placer de la mujer como un derecho y un elemento clave para su calidad de vida. ¿Por qué hace falta tener una guía del placer en la menopausia? ¿Qué es lo que le ocurre a la mujer en esta etapa con respecto al placer, la pasión, el erotismo...? Yo creo que es necesario hablar de no sólo de menopausia, que es verdad que es una etapa que poco a poco va saliendo del armario y se va hablando más de ella, sino de la sexualidad en esta etapa. Al hablar de sexualidad y menopausia se unen dos asuntos tabú y, como durante nuestra vida no nos han enseñado nada sobre educación sexual, con la llegada de la menopausia se van a suceder una serie de cambios que pueden hacer tambalear un poco nuestra vida sexual. Es justo en este momento cuando resulta interesante tener más información. En esta etapa no hay que preocuparse, pero sí ocuparse para mantener una vida sexual activa durante los próximos años. La edad va a ir cambiando la forma en la que nos relacionamos y la menopausia supone un cambio hormonal que conlleva una nueva forma de vivir el placer. Cuanto más informadas estemos, mejor. Cuando se habla de menopausia, inmediatamente se hace alusión a las hormonas. Bajan los estrógenos, que son los causantes de que haya menor flujo vaginal, cambios en la lubricación, cambios de humor, problemas a la hora de conciliar el sueño..., y también disminuye la testosterona, que provoca la disminución del deseo sexual, de la sensibilidad en mamas y clítoris... ¿Cómo puede una mujer acostumbrarse y afrontar todos estos cambios? Primero tenemos que entender que son cambios que van a ocurrir de forma progresiva y que, por ello, no vamos a ir directamente a la catástrofe absoluta. Hace falta un poco de visión positiva y de calma sobre el asunto. Es verdad que esos cambios hormonales se van a producir y van a influir en nuestra genitalidad, en la respuesta sexual... Pero eso no necesariamente significa que sea, primero, un cambio brusco y que de repente todo cambia de un día para otro, sino que son cambios que vamos a notar de una forma progresiva. En segundo lugar, no todas las mujeres van a notar todos estos síntomas de forma muy acusada. Es una transformación paulatina a la que nos podemos ir adaptando y previniendo porque sabiendo que si algo así nos va a pasar debemos preguntarnos cómo podemos adaptarnos. Hasta hace poco nadie informaba a las mujeres sobre la llegada de este periodo en su vida. Hoy, afortunadamente hay más información gracias a libros como el tuyo o a la divulgación que se hace del asunto en redes sociales. ¿Es importante que, llegado este periodo, una mujer acuda a un especialista y le explique todos los cambios que experimenta en vez de acallarlos y padecerlos en silencio? La sexualidad es un tema muy tabú en la sociedad en general. Nos cuesta muchísimo contar los problemas relacionados con el sexo. No sólo los vivimos en silencio y de forma muy privada, tengo muchos pacientes que, incluso, ni siquiera lo comentan con amigas. Imagínate ir a un especialista, ¿no? Los profesionales de la sexología estamos precisamente para consultar este tipo de dificultades. Lo que tenemos que tener claro es que la vida sexual no tiene por qué acabar y que los seres humanos somos seres sexuales desde que nacemos hasta que morimos. Toda la vida somos capaces de encontrar el placer, pero cuando por lo que sea, vemos que hay cambios que no llevo bien, o no llevamos bien en pareja, está bien consultar. Aseguras que hay mujeres que no hablan de este asunto ni con sus amigas... Imagino, entonces, que mucho menos con su pareja porque es como reconocer que el cuerpo envejece y cuando una mujer quiere tener relaciones de pareja intenta estar lo más espléndida posible. ¿En qué medida entorpece toda esta evolución el hecho de no hablarlo con la pareja? Hay que tener en cuenta que habitualmente la menopausia no llega sólo como un factor hormonal aislado, sino que, además, se produce en el contexto de una relación de larga evolución. Es fácil que la mujer llegue a la menopausia y tengan una relación de hace veinticinco años. Lo bueno es que ese tiempo hace que podamos tener la confianza suficiente con esa persona para poder hablar de estos temas. Pero, a la vez, es verdad que la sexualidad de una pareja de larga evolución puede tener muchas dificultades porque, seamos realistas, no es lo mismo mantener una relación sexual en un periodo de enamoramiento, donde las hormonas y todas los neurotransmisores llevan a una relación muy fácil, que una relación sexual con veinte años de evolución. El contexto es diferente. Si a esto le unimos ese cambio hormonal y físico de la menopausia, puede ser un cóctel explosivo. Y, si además, le sumamos una mala comunicación y gestión de la intimidad en pareja, ya sí que tenemos un problema gordo Sí, porque en el libro hablas de que realmente las relaciones y el deseo son multifactoriales, sobre todo en el caso de parejas que llevan ya mucho tiempo y creen que se les apaga el deseo, pero no es solo causado por la menopausia, sino porque no se han trabajado su propia relación de pareja. Claro, claro. Es decir, a veces le echamos la culpa de todo a la menopausia y a las hormonas, y cuando atendemos una consulta por falta de deseo, siempre tenemos que ver qué otros factores pueden estar involucrados en esta situación. Está claro que el cambio hormonal nos va a poner una zancadilla, eso es así, pero quizá las parejas deben arreglar muchas otras cosas que no tienen que ver con el tema hormonal solamente. Toda la culpa no siempre es de la menopausia. ¿Quizá uno de los problemas que te encuentras por tu experiencia al hablar con tantas mujeres es que practican una sexualidad demasiado coitocentrista? Esto es un gran obstáculo. Muchas parejas se centran en una sexualidad que es coitocéntrica. Esta creencia nos hace valorar que la sexualidad que vale es la del coito. Esto puede entorpecer mucho la relación durante la menopausia porque los cambios que nos van a llegar a los genitales -una menor lubricación vaginal, menor elasticidad, más sensibilidad...-, en el momento en que focalizamos la sexualidad en ese coito, vamos a tener un problema. En tus páginas mencionas que hay un órgano sexual del que nos olvidamos todos: el cerebro, que es el principal órgano sexual. Y la piel, otro gran órgano. ¿Qué valor adquieren ambos a través de las relaciones sexuales en esta época de las mujeres? Siempre tenemos que entender que todo empieza en nuestra cabeza. El deseo parte a veces de las fantasías, al erotizar de alguna forma nuestra mente e imaginación. Siempre parte de un estímulo interno por lo que la mente es el principal órgano sexual. Si no genitalizamos la sexualidad, que no deberíamos, tenemos que entender que todo el cuerpo siente, toda nuestra piel es capaz de sentir placer y de conectar mucho en esta erótica. Y esos serían los dos pasos principales: mente y piel. Y, quizá, después ya podríamos continuar con la parte más genital, que obviamente no nos podemos olvidar de ella..., pero tampoco nos podemos olvidar de estas dos otras partes importantísimas. Hablemos en positivo. En la menopausia se liberan muchísimos miedos. ¿Cuáles son los beneficios de esta etapa? Muchas veces podemos desprendernos del miedo al embarazo. Durante muchos años las mujeres no han podido disfrutar con totalidad de su sexualidad por ese temor a quedar embarazadas. Ese miedo ya, de entrada, nos lo quitamos. También tenemos que ver en positivo toda la experiencia que tenemos. Si cuando ya llegados a este punto hemos disfrutado de una vida sexual, ya sea con la misma pareja o con varias, tenemos una memoria sexual en la que sabemos mejor lo que queremos, lo que necesitamos... Incluso, me puedo atrever más con eso que necesito porque de joven, con 18 años, tenía una sexualidad mucho más inexperta a pesar de que hormonalmente fuera mucho más explosiva y mucho más pasional. Sin embargo, la inseguridad no nos permitía expresar que algo no me estaba gustando o que no quería hacer una cosa u otra... Por ello, tenemos que coger esa experiencia, esa capacidad ya de una mujer madura, y atrevernos a decir lo que necesitamos, porque no perdemos nada. Esta madurez, y así lo veo en mis pacientes, tiene que servir para tener las mejores relaciones sexuales. ¿Qué pasa a veces? Pues que idealizamos un sexo en la etapa joven, pasional, muy rápido... Quizá debemos tender a un sexo que es más pausado, más calmado, donde yo soy más protagonista... Eso no es un peor sexo. Las parejas que tienen hijos suele coincidir que la menopausia de la mujer llega con la adolescencia o con que los hijos se emancipan. Hay más momentos de tener soledad, de tranquilidad para tener relaciones sexuales sin la presión de la crianza. Las mujeres tenemos que hacer un ejercicio de volver a conectar con muchos momentos para nosotras. Cuando los hijos se han ido de casa y hemos pasado tantos años inmersas en su cuidado y, de repente, vuelves a tener tiempo, no solo debe estar enfocado en las relaciones sexuales, sino en el autocuidado, en volver a quedar con migas, ir a una exposición, al cine, a pasear, hacer deporte... Todas esas cosas que debemos ser capaces de recuperar, van a beneficiar siempre al sexo. Para el sexo hay que tener tiempo también porque si vamos todo el día a tope y no tengo tiempo, ni siquiera de darme una lucha en condiciones o de charlar con mis amigas, pues quizá tampoco voy a tener tiempo o ganas de este espacio íntimo. Hay que cultivarlo en el caso de tener la pareja. Hemos hablado mucho de la mujer, pero también el hombre sufre cambios en su cuerpo... y hormonas. Se reduce su testosterona con la edad y, por tanto, su deseo sexual, sus erecciones son menos potentes y menos duraderas. ¿Por qué solo lo que afecta a la mujer se hace vox populi y se habla menos de los cambios que les afectan a ellos? Quizá porque si la sexualidad de la mujer es tabú, la de los hombres es súper tabú. Imagínate hablar de las erecciones masculinas. Todo el mundo cumple años y las erecciones y la respuesta sexual en ellos también va a cambiar, aunque parezca que esa sexualidad masculina está siempre inquebrantable. No siempre van a estar dispuestos como cuando tenían 20 años. Por ese motivo, en mi libro me gustaba la idea de reivindicar su situación porque nosotras no somos las únicas que cambiamos: todos tenemos cambios hormonales. ¿Y cómo lo tiene que manejar la pareja que atraviesa esta situación? ¿Cómo ir avanzando para no tener complejos, para no sentirse frustrado, para no tener presión en esos momentos íntimos? Siempre es bueno hablar de los cambios que me noto. Lo ideal es hablarlo, saber qué necesitas, en qué te puedo ayudar yo, en qué te debo acompañar... Esa comunicación es fundamental. ¡Fundamental! Hay muchas parejas que tienen sexo, pero no hablan de sexo. Es un error no hacerlo. Es curioso cómo nos cuesta menos intimar que hablar de esa intimidad. Es interesante forzar esa comunicación, que las dos partes puedan expresar las necesidades y dificultades que tienen juntos. Y, por supuesto, si se encuentran dificultades que no pueden abarcar, deben consultar con un especialista, no solo porque tengan que ver con el cuerpo, sino que a veces es esa manera de entendernos lo que hay que arreglar, porque de repente uno tiene más ganas que el otro; de repente, yo necesito más calma, tranquilidad y más tiempo porque la excitación me funciona más lenta y, en cambio, el otro lo que quiere es ir rápido... Todas esas cosas hacen que a veces no nos entendamos. Esos cambios nos van alejando. ¿Hay que ir aceptando esos cambios de ritmo en la pareja? Siempre poniendo el foco en el placer porque a veces lo tenemos puesto en mantener un cierto guion. Es decir, muchas veces en el sexo se mantienen ciertas cosas porque siempre lo han hecho así, pasan de manera ordenada de una cosa a la otra y parece que si no lo pueden reproducir de la misma forma parece que todo va mal. Y no es así. Bueno, pues a veces hay que 'reguionizar', ver qué pasos tenemos que dar para volver, para seguir teniendo placer, porque quizá enfocarse y obsesionarse en tener relaciones sexuales como hace diez años o quince es un error. Yo creo que todas las parejas de larga evolución deben ser capaces de evolucionar sexualmente, ir dando cambios que siempre tienen que ver con el conocerse mutuamente. En una relación nueva hay ciertas ventajas como es esa dopamina, la novedad... Todo eso evidentemente está y nos va a ayudar, pero en una relación de larga duración hay otras ventajas como que estoy tranquila con mi pareja porque nos conocemos, puedo expresarme tranquilamente, decir lo que necesito, marcar los ritmos en función de lo que voy necesitando... Es decir; que cada cada momento tiene sus cosas buenas y las tenemos que saber aprovechar. Sobre todo cuando si todo va bien, la mujer tiene treinta años por delante de menopausia. Este concepto va cambiando porque cuando hace veinte años hablábamos de una mujer menopáusica, imaginamos una mujer súper mayor, casi como nuestras abuelas. Y, hoy en día, al hablar de una mujer menopáusica, vemos una mujer joven, en la flor de la vida. Es decir, que esos treinta años de duración de esta etapa están. No se debe renegar de esta etapa porque si lo hacemos, la otra opción es muy mala, no estar viva.