Un día en que con una mano me ayudaba a orinar en el baño de un restaurante y con la otra echaba un vistazo a Twitter, decidí dejar el 'jaco' del teléfono móvil . Ahora, a quinientos metros identifico a un esclavo del teléfono, cabizbajo, clavado en la pantalla como un Cristo digital, condenado a tragarse lo que quiera el algoritmo. El aparato lo ha raptado del tiempo y espacio del atasco , la consulta del médico, la puerta del colegio en la que pronto aparecerán los niños, la mujer de su vida o el paritorio a la espera de que nazca su segunda hija. Nuestros atardeceres son los de otros . Nuestros cuerpos, nuestras ideas, nuestra perspectiva, es la...
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