Cuando en una sociedad a los derechos se les comienza a llamar privilegios es que algo no va del todo bien. El trabajo, la vivienda, la sanidad, la educación han pasado de estar en la casilla de los derechos —universales— a ser un artículo de lujo que no está al alcance de cualquiera. Los datos, esas variables con las que todos comulgamos, porque una vez nos dijeron que eran lo único objetivo, y había que confiar en ellos, se han convertido en la gran verdad de estos tiempos, y sirven para cuantificar —que no cualificar— las preocupaciones de los ciudadanos y para evidenciar lo manipulables que somos como sociedad. Luego está el CIS, claro, ese santuario que cada mes nos...
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