En un mundo empresarial cada vez más competitivo y globalizado, donde la búsqueda de la rentabilidad, la innovación y la sostenibilidad son imperativos, es fácil caer en la tentación de priorizar los resultados a corto plazo y los indicadores financieros por encima de todo. Sin embargo, estoy convencido de que el verdadero motor del éxito empresarial reside en la conjunción de dos elementos, para mí, indisociables: el talento y la calidad humana. En Grupo STIG hemos construido un ecosistema empresarial basado en la convicción de que las personas son nuestro activo más valioso, y que, sin el impulso de su talento, una confianza total en sus capacidades profesionales, pero también sin una interconexión personal, el éxito de este proyecto no sería posible. Hago mía aquí la visión de Álvaro González-Alorda en un libro que cambió mi visión empresarial (y personal), «Los próximos 30 años», donde el autor plantea que el futuro de las organizaciones dependerá de su capacidad para atraer, desarrollar y retener talento. Y el talento, amigos, es algo muy humano. La calidad humana, la pasión y el compromiso de nuestros equipos son los verdaderos pilares sobre los que se sustentan nuestros proyectos. Al rodearnos de profesionales brillantes y apasionados, tanto de forma interna como en las empresas en las que Grupo STIG participa, hemos logrado crear un ecosistema empresarial donde la innovación florece y donde los desafíos se convierten en oportunidades de crecimiento. Si bien los números y los resultados financieros son fundamentales para que nuestro ecosistema empresarial sobreviva, no pueden -ni deben- ser el único indicador de éxito. En Grupo STIG creemos en la importancia de construir relaciones a largo plazo basadas en la confianza y el respeto mutuo. Quizá sea nuestro acervo mediterráneo con el concepto de la familia, una familia corporativa y profesional donde la conexión humana de sus miembros es clave. Las empresas que sean capaces de cultivar un entorno de trabajo donde las personas se sientan valoradas y motivadas serán las que saldrán adelante. Parece algo obvio, pero en el escenario práctico de las empresas a veces no es fácil tenerlo presente. Un equipo comprometido y motivado es capaz de adaptarse a los cambios y de superar cualquier obstáculo. Esta visión humana y humanista se refleja también en todas nuestras iniciativas (o así, al menos, lo intentamos). Desde nuestros proyectos en el sector de las energías renovables hasta nuestras inversiones en startups tecnológicas, buscamos generar un impacto positivo en la sociedad y en el medio ambiente. Creemos que las empresas tienen una responsabilidad social y que pueden ser un agente de cambio. Grupo STIG aporta su granito de arena para impulsar ese cambio hacia un mundo mejor. El futuro de las empresas pasa por poner a las personas en el centro de todo. Nos enfrentamos a vaivenes macroeconómicos que cambian tendencias y hacen fluctuar mercados, a la llegada y desarrollo de tecnologías disruptivas, como la IA, que vienen a cambiar las reglas de juego en los procesos productivos y que ponen en riesgo los actuales paradigmas de la relación hombre-máquina. Aun así, hemos de seguir apostando por algo intangible e invaluable: el talento humano, la clave del futuro de nuestras organizaciones. Como señala González-Alorda, las empresas del futuro serán aquellas que sepan adaptarse a un mundo cada vez más complejo y cambiante. Y para hacerlo, necesitarán de personas flexibles, creativas y capaces de trabajar en equipo. En ese sentido, estoy convencido de que en Grupo STIG hemos encontrado la fórmula del éxito para lograr nuestros objetivos: un equipo humano excepcional, proyectos liderados por profesionales de gran talento y calidad humana, y una visión común clara y un compromiso inquebrantable con nuestros valores. El futuro es sin duda esperanzador.